La imagen de Aylan, muerto en una playa turística de Turquía, Bodrum, desde donde se divisa la isla de griega de Kos, que debía alcanzar con sus padres y hermano mayor en una pequeña lancha neumática, trae a nuestra memoria los versos de Albert García, en la voz de María del Mar Bonet, en su Carta a l´exili: «Es sempre trist el missatge, volem escriure´t de tot el món, posarem flors, tres margalides blanques, un glop de mar i un tros de cel, un mocador enllagrimat d´absències». Ha tenido que verse la muerte de un niño de tres años, en una playa turca cuando trataba de huir de Siria, para tocar los corazones, no sabemos por cuánto tiempo, de una sociedad que permaneció ausente con la muerte de miles de niños tras la utilización de hasta armas químicas en la contienda.

No hubiera sido suficiente la muerte de su hermano, o la de su madre, de no haber sido fotografiadas. O las imágenes de miles de refugiados agolpados en la estación central de Budapest, introduciendo a los menores por las ventanas, en los trenes que conducen a Austria, que recuerdan a las de los deportados en la Segunda Guerra Mundial y a las de nuestros exiliados en la Guerra Civil. Por ejemplo, en el barco Stanbrook, con 3000 exiliados republicanos saliendo desde Alicante, o a los muchos miles atravesando a pie la frontera como ahora pretenden los sirios junto a otros refugiados desde Hungría y otros tantos desde África. Pere Quart (Joan Oliver) fue uno de esos republicanos españoles, que cruzaron la frontera, con sus escasas pertenencias. También estuvieron, como ahora, en campos de refugiados y finalmente, en su caso, llegó a América. Sus versos en las Corrandes de l´exili (Coplas del exilio) a las que puso música Lluís Llach, vuelven a tener vigencia en estos días cuando ya casi lo habíamos olvidado. «Una nit de lluna plena tramuntàrem la carena, lentament sense dir res. Si la lluna feia el ple, també el fèu la nostra pena». Se reprochaban haber perdido una guerra que no habían iniciado. También como ahora. Dejando media vida atrás, llevando la otra mitad para poder respirar. No queriendo morir de añoranza, viviendo de ella. Es la historia de nuestros padres, de nuestros abuelos, que se repite lamentablemente.

En esta ocasión, Europa pensaba que no podía llegar aquí la tragedia y ha llegado. Que los refugiados se limitarían a quedarse en Turquía o Líbano, pero no ha sido así. Quieren venir. La foto del pequeño Aylan nos ha revuelto las tripas. Sólo entonces pensamos qué la pudo haber provocado, cuáles son las causas, y quiénes los responsables. Aquí, en Valencia, la Fundación por la Justicia, realizó el pasado año un acto para analizar las causas y consecuencias del conflicto de Siria. Como dicen los niños sirios, ellos no quieren venir a Europa, sólo vivir en paz. Europa, tan presente en Oriente Próximo hasta mediados del siglo pasado, tiene su parte de responsabilidad. Analizar las causas y poner remedio corresponde a los políticos; la ciudadanía les muestra el