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Opciones que cuentan

Pues bien: habló la diva. Contra los pronósticos que preveían su mutismo (exceptuando la anunciada conferencia) Anna Wintour, suma sacerdotisa del engranaje planetario de la moda, incluso se quitó las sempiternas gafas negras, sonrió, y concedió más tiempo del previsto a su entrevistador, David Alandete. Y habló. Con imbatible conocimiento de causa y con ecuánime sensatez. En lo que nos concierne, dijo apreciar «cierta desorientación en la forma de plantear una Semana de la Moda madrileña». Ella echa en falta un apoyo más efectivo a los jóvenes diseñadores y recomienda una organización que implicara a todo el sector: firmas y tiendas de moda, diseñadores ya consagrados y también el Gobierno. Es decir, un ente similar al Consejo de Diseñadores de América, del que forman parte pesos pesados como Marc Jacobs, Michael Kors o Tommy Hilfiger entre otros, y que anualmente otorga importantes becas a las jóvenes promesas.

Quiero recordar que hace diez días, aquí, entre nosotros, alguien con sobrada autoridad para opinar en el asunto como es Francis Montesinos, afirmaba en estas mismas páginas de Levante-EMV: «España no ha apostado nada por la moda. Hay esfuerzos, pero no los suficientes; este mundo „del diseño y moda„ hay que entenderlo, conducirlo y programarlo, y esto no ocurre». Aquel mismo día, 11 de octubre, en otra sección de nuestro periódico, la directora general de Cultura, Carmen Amoraga, dialogando con Alfons Garcia, se manifestaba orgullosa de ser partícipe de varios proyectos, entre ellos „decía„ «la apuesta por nuevas iniciativas para el sector de la moda».

¿Irá en serio...? Porque si algo necesita la moda, las cuatro mil empresas existentes en nuestro país, es ser tomada absolutamente en serio. «Eso es un negocio», Wintour dixit, deslizando primero que se tiende a ignorarlo como si fuera algo demasiado frívolo. Pero fue tajante: «Es un negocio para España».

Las dimensiones gigantescas de la maquinaria mundial de la moda no dejan lugar a dudas. Cualquiera puede, por su cuenta, hacer recorrido mental por las diferentes esferas que abarca: accesorios, perfumes, joyas, centros de cosmética y belleza, gabinetes de estilismo, estudios de fotografía, agencias de modelos, ferias y fashion weeks, escuelas de diseño, libros, revistas y todo el cañamazo tecnológico que ha originado un vuelco en la rapidez de la difusión y en los modos de consumo. Desde luego, no despojaré nunca a la moda de su raíz creativa, de su vinculación artística. Pero no es posible, hoy, negar su carácter industrial y su realidad como potencia económica incontrovertible. Ya en los años 90 Didier Grumbach, jefe de estudios del Instituto Francés de la Moda tras larga actividad profesional en importantes empresas, promulgaba sin descanso la concertación entre los grupos financieros o textiles y los jóvenes diseñadores, como vía fundamental para el mantenimiento y desarrollo de una imparable industria de la moda, bien entendida como fenómeno creativo, social y económico.

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