De entre todos los derechos que caracterizan a un Estado social, hay dos que tienen especial vocación de universalidad: la educación y la sanidad. Por humanismo, un gobierno democrático debe atender a los enfermos sin más discriminación, incluso a los inmigrantes sin papeles de residencia y por supuesto a los refugiados. Como sabemos, no ha sido ésta la filosofía del Partido Popular: primero cayó la justicia universal y luego la sanidad universal, con su decreto de restricciones en la atención a indocumentados. Malos tiempos para el universalismo y los derechos humanos, pero precisamente retornar a la atención sanitaria generalizada es uno de los proyectos de cambio que promueve el nuevo gobierno de la Generalitat.

No va a ser fácil esta cuarta tarea titánica de ampliar y mejorar la atención sanitaria con los recortes todavía vigentes, pero también es cierto que en términos generales la población de la Comunitat ha disminuido, al regresar a sus países de origen muchos inmigrantes sin trabajo. Por otra parte, como me comentaba un amigo médico de la sanidad pública, la atención sanitaria de calidad es un factor de equilibrio social: parte de los radicalismos y de la marginalidad disminuirían si realmente atendiéramos los derechos más básicos de todas las personas sin más distinciones. A su vez, resulta esencial para prevenir epidemias un buen control de la salud de toda la población radicada en un mismo territorio.

Pero ante todo, se trata de un problema moral, que define la calidad de una democracia verdaderamente integradora. También los conservadores católicos deben estar a favor de una sanidad universal, pues tienen el importante mandato de la compasión y de la ayuda al más necesitado. Eso sí, hay que establecer medidas para evitar abusos por parte de todos, pues lo común escaso debe ser usado con comedimiento y máxima eficiencia; incluido el control del llamado turismo sanitario, del que ya se ha escrito bastante y que estaría en las antípodas de lo que estamos hablando.

La sanidad y la educación públicas de calidad son los pilares del Estado social que en todas las encuestas se citan en primer lugar „junto al derecho al trabajo, todo hay que decirlo. Por eso es importante que también se prioricen a la hora de invertir en nuevas plazas sanitarias y en la mejora de las condiciones laborales de los trabajadores de la sanidad, pues no es posible una buena atención con escasez de personal, exceso de guardias o recortes en los medios asistenciales. Este es el gran reto que tenemos: una sanidad pública que no margine a ningún enfermo necesitado de atención, y que a su vez pueda ejercerse en condiciones dignas.