Como igual van a poner la música, voy a ser muy rápido... Brindo este Goya a los políticos para que hagan algo por la cultura, porque es lo único que hay que hacer , nada más (aplausos y ovaciones en directo)... Ya viene la musiquita, dicho sea de paso, dudoso el criterio para poner la musiquita ¿no? (otra vez ovaciones y aplausos). Estas fueron las palabras de agradecimiento por el premio Goya al mejor actor protagonista de Ricardo Darín por la película Truman, de Cesc Gay. Lo de la musiquita no tendría mayor importancia en una gala que celebraba su treinta aniversario, si no hubiera sido porque un día antes habían sido detenidos en Madrid unos cómicos que hacían funciones con muñecos de guiñol en un barrio por Carnaval, contratados, seguramente a precio de miseria, que es lo que se estila ahora. Detenidos, en la cárcel, sin fianza con posibilidad de que les caigan siete años y por lo penal. También les han quitado sus escasos bienes de trabajo artístico.

Me vi la gala de los Goya suponiendo que a lo largo de la ceremonia alguno/a de los premiados haría alguna referencia a los titiriteros. Pero nadie podía revindicar nada sobre el panorama social, ni sobre los guiñolistas. Si algún goyarizado se quejaba sobre la emigración de técnicos jóvenes a otros países, sobre la realización de películas en Bulgaria porque es más barato y desgrava, sobre las penurias del trabajo en la cultura, el de la musiquita alzaba los decibelios y se le conminaba desde el escenario a que callara y abandonara el micrófono. Tan solo Juan Diego Botto, con un «buenas noches amigos titiriteros» pudo resumir lo que sucedía dentro y fuera de la gala.

Dos cómicos están entre rejas. Algunos padres, según inspectores del Ayuntamiento de Madrid que pasaban por allí, se quejaron del contenido de la obra. Manuela Carmena pidió disculpas en televisión a los padres por exhibir la función, un juez instruye el caso y lo mismo les manda a la cárcel un chorro de años. En los Goya no dejan denunciar, ni siquiera, cómo está el gremio. Toca tiempo de obediencia y morderse la lengua, de lo contrario, al trullo o que te suban la musiquita. Pues sí que...