«A los jóvenes, les digo: mirad a vuestro alrededor, encontraréis los hechos que justifiquen vuestra indignación». Cuando se acaba de cumplir el quinto aniversario del movimiento 15M, cabe recordar estas palabras de Stéphane Hessel de su obra ¡Indignáos! Desde aquel momento, miles de personas han salido a la calle para mostrar su enfado por el desempleo, la precariedad laboral, los recortes sociales y la corrupción política entre otros tantos motivos.

La indignación es un sentimiento que está presente en la sociedad de una forma transversal. Es difícil encontrar a alguien que no tenga alguna razón para sentirse indignado. Pero sobre todo, aparece en una generación que reivindica más participación en los asuntos públicos y otra forma de hacer política. Es la generación del cambio. Esta generación del cambio es la que ha puesto patas arriba el sistema político. Hemos pasado de un bipartidismo imperfecto a un multipartidismo de difícil liderazgo. La política se ha polarizado formando un binomio a cada lado ideológico: PSOE y Podemos por la izquierda; PP y Ciudadanos por la derecha. En este contexto, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias compiten por la hegemonía del flanco izquierdo. En las elecciones pasadas, la estrategia de Podemos era la remontada. Ahora, pocos meses después, la jugada está en el sorpasso.

Podemos es el partido que mejor conecta con la generación del cambio; tal como hizo el PSOE de Felipe González en los 80. Mientras tanto, el partido socialista se muestra rezagado y con muchas dificultades para sintonizar con la gente joven. En estas condiciones, una campaña electoral basada en la confrontación hacia el partido de Iglesias puede resultar perjudicial para el PSOE. Todos aquellos que, en su momento, subestimaron el poder de las protestas y reivindicaciones sociales que partían del 15M, cometían un grave error. Los cambios políticos que se están produciendo ahora empezaron entonces. El origen del posible sorpasso está en la indignación.