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Julio Monreal

Cuarta bofetada al ferrocarril valenciano

Resulta realmente difícil encontrar un proyecto de infraestructuras en la Comunitat Valenciana al que el Gobierno de España sea sensible. Si el domingo pasado trascendía en las páginas de Levante-EMV que el Ministerio de Fomento no considera prioritario prolongar hacia El Saler el túnel ferroviario de la calle Serrería, lo que ha de permitir el desarrollo de la fachada marítima de Valencia al Sur del viejo cauce del Turia, este sábado se hacía público que un informe encargado también por el departamento que dirige Ana Pastor ve inviable el proyecto conocido como tren de la costa. Este anhelo que ha cumplido ya 40 años y que persigue una comunicación eficaz y barata entre Valencia y Alicante con paradas en Gandia, Dénia y Benidorm, tampoco ha logrado el aval de la Administración central, más pendiente de fortalecer las posibilidades competitivas del puerto de Barcelona o trazar el enésimo túnel para mejorar el tráfico ferroviario en Madrid.

La empresa contratada por el Ministerio de Fomento para evaluar el proyecto concluye que el tren de la costa no es viable ni social ni económicamente, y apoya su aseveración en que la obra costaría unos mil millones de euros y tendría sólo la mitad de los viajeros de los que la Generalitat calcula. El Ejecutivo autonómico que preside Ximo Puig, como sus predecesores, ha declarado esta infraestructura como una de sus prioridades, enmarcada en un proyecto global de vertebración del territorio de la Comunitat Valenciana. Sin embargo, el elevado coste se presenta ahora como una losa demasiado pesada que el Gobierno de Madrid no está interesado en ayudar a levantar.

Y no es la primera vez que el esquema se reproduce. Cuando se ha planteado la necesidad de rehabilitar la línea de Sagunto a Teruel para reforzar la comunicación con Zaragoza y dar otra salida al mar a sus productos industriales, Fomento se ha puesto de perfil y el puerto de Valencia, con sus fondos propios, ha decidido asumir la mejora de vías y apeaderos. Cuando se ha sugerido la conveniencia de remodelar la vía férrea Valencia-Madrid de ancho ibérico para canalizar el tráfico de mercancías tras absorber el AVE todo el de pasajeros, nadie ha contestado a las llamadas. Cuando se ha puesto sobre la mesa un proyecto sólido de comunicación entre Valencia y Barcelona con plataformas independientes para mercancías y viajeros con el aval de la Unión Europea, el llamado corredor mediterráneo se ha visto reducido a la colocación de un tercer raíl entre los dos ya existentes mientras el Gobierno se muestra dispuesto a apoyar cualquier otro trazado que comunique Algeciras con la frontera francesa. Es verdad que el tercer raíl resulta una solución provisional a un proyecto definitivo que no estará en marcha antes de diez años, pero también lo es que la conexión ferroviaria entre la segunda y la tercera ciudad de España, la más demandada y rentable, es una vergüenza para sus responsables y para sus usuarios.

Faltaba la cuarta muesca en la culata, el rechazo al tren de la costa. Ciudadanos de toda Europa suspiran por visitar o vivir en la franja litoral entre Valencia y Alicante pero mejorar el servicio ferroviario y conectar entre sí la tupida red de ciudades medias que constituyen una potencia turística mundial no entra en los planes del Gobierno de España, cuyos informes consideran el proyecto inviable económica y socialmente.

Es como si el único departamento de la Administración central que funcionara con eficacia fuese Hacienda, la que recauda impuestos en una Comunitat Valenciana que intenta salir de la crisis económica y financiera con el esfuerzo titánico de sus empresas y sus trabajadores. A la infrafinanciación con la que el Estado castiga a los valencianos se une el descarte de inversiones, como se aprecia en la caída progresiva de los fondos recogidos en los presupuestos de los últimos años. Ahora los empresarios han plasmado en una lista 240 proyectos estratégicos, valorados en 18.000 millones de euros, para que las distintas administraciones las realicen hasta 2020. Deberán estar preparados para recibir de Madrid, por desgracia, la respuesta dada al proyecto del tren de la costa: inviable social y económicamente.

Los peligros del festival del último minuto

Desde que uno tiene memoria, la Generalitat tiene la fastidiosa costumbre de difundir la lista de las fiestas autorizadas de Nochevieja en la mañana del último día del año. Y uno ha pensado siempre en qué sentiría si con el traje impoluto o el pelo alisado se entera de que la sala del cotillón estará cerrada dentro de pocas horas porque no ha conseguido el permiso. Es lo que deben sentir hoy los cerca de 20.000 chavales que adquirieron entrada para el festival Mare Nostrum previsto en un paraje de Alboraia a caballo entre la huerta, la playa y el barranco de Carraixet. Ocho informes a favor de la celebración del evento se esfumaron ante la existencia de un noveno que determinaba que el lugar no era el adecuado en aplicación de la normativa de Costas. Los jóvenes compraron sus entradas de buena fe; el Ayuntamiento de Alboraia validó un lugar a todas luces inadecuado con la intención principal de que alguien limpiara el paraje, un riesgo excesivo para un objetivo tan simple, y la empresa promotora jugó con fuego y cerró los ojos ante las alertas, aunque ahora ella también está entre las víctimas. Convendría que alguien se ocupe de que esto no vuelva a pasar. Y en las fiestas de Nochevieja tampoco.

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