«Para vencer a los enemigos de la Revolución» fue la consigna que lanzó Danton, como ministro de Justicia, en el convulso septiembre de 1792, en pleno enfrentamiento entre la Asamblea legislativa y la Comuna de París. El justiciero ministro fue víctima, dos años después, de la guillotina que aplicara a diestra y siniestra; y la frase, que está escrita en el pedestal de su estatua frente al Teatro Odeon, ha guiado muchas acciones en las revoluciones y luchas políticas y sociales de diferente signo en los siglos XIX y XX.

Si al anterior episodio histórico sumamos que la audacia es una acción poco común sin temer las dificultades ni valorar el riesgo que implica, es fácil pensar que la convocatoria de Pablo Iglesias el 22 de enero de 2016 para ofrecerse como vicepresidente mientras Pedro Sánchez, el eventual presidente, apenas estaba recibiendo el mandato real de formar gobierno, fue audacia al cubo.

Pero fue una audacia falaz, infantil y contraria al objetivo proclamado: con la esperpéntica solicitud de sillones sin tener acordado programa, el secretario general de Podemos trabó la puerta a un entonces posible gobierno reformista y de progreso „la generosa amabilidad de Sánchez ante el descache de Iglesias fue duramente criticada por los barones y baronesas que le apuntillarían ocho meses después. Traba que se refuerza con el innecesario acuerdo bilateral entre PSOE y Ciudadanos y queda sellada (¿para siempre?) con el voto en contra de la bancada de Podemos en la segunda votación de la investidura de Sánchez, el 4 de marzo.

Pero, a veces, la historia permite segundas oportunidades. Esta vez, para que Podemos pueda ofrecer programa y no sillones. Y no sólo al PSOE, sino a todas las fuerzas del cambio, sean partidos políticos o colectivos ciudadanos. Mañana se reúne en Madrid el Consejo Ciudadano Estatal (CCE) de la formación morada con candentes puntos en el orden del día. Pero si al final del cónclave Pablo Iglesias presenta un borrador de programa mínimo „mínimo común denominador, lo llama Josep Borrell„ para la formación de un gobierno reformista y de progreso antes del 31 de octubre o, si no es posible, hacia las elecciones (terceras) en diciembre, podríamos estar ante una audacia certera, madura y coherente con la razón de ser de Podemos: estar al servicio de la gente.

No se trata de una idea improvisada. Los antecedentes de la unidad de acción, de las confluencias político-ciudadanas, de las alianzas populares en pos del bien común, van más allá de las experiencias exitosas o fallidas en el siglo XX o de la Revolución Francesa: se remontan a los orígenes de la democracia en la Grecia de Pericles, Sócrates y Aspasia. Los largos meses de discusiones programáticas facilitan la elaboración de un programa mínimo con, por ejemplo, 20 medidas que podría aplicar un gobierno presidido, por ejemplo, por Borrell u otra persona de probadas honorabilidad, trayectoria democrática y capacidad de gestión de lo público. Es un rumor, a veces clamor, que se viene escuchando en muchos sitios de España, incluidos varios círculos de Podemos. El CCE tiene la palabra.