Los medios de comunicación se hacen eco de los múltiples casos de corrupción y corruptelas que pululan por nuestra geografía patria, particularmente por la Comunitat Valenciana. La fetidez de la corrupción se está volviendo insoportable hasta el punto de que estamos consiguiendo que la sociedad se vuelva indiferente ante tamaña felonía. Casi la estamos integrando como el padrenuestro de cada día. Esto es absolutamente inaceptable. La sociedad debe exigir justicia y una clarificación de todos los casos que están en el aire y llegar hasta las últimas consecuencias. Y si han robado que devuelvan el dinero. ¡Ojalá!

Sin embargo, los espectáculos de las entradas y salidas de coches, los pasillos por los juzgados de los posibles imputados o acusados, es un circo que raya lo grotesco. La justicia tiene que hacer su camino, muchas veces excesivamente lento, pero al final seguro. Y en España, a pesar de las muchas críticas, la justicia funciona. Ya hemos visto desfilar por las cárceles a políticos intocables. Cuando les llegue la hora entrarán, caiga quien caiga. ¡Qué pocas son las siglas que se salvan, cuando no por unas cosas, por otras! Sin embargo, la ciudadanía no puede perder la confianza en la necesaria política. Miles y miles de hombres y mujeres se juegan la vida cada día honestamente por el bien común de sus conciudadanos en los más de ocho mil pueblos de España. Y no son mediáticos. El porcentaje de corruptos no puede ganar la partida de la democracia.

Pero la justicia se caracteriza por la equidad y por la proporcionalidad, y desde la serenidad, sentencia a las personas. Es cierto que los espectáculos mediáticos de los políticos con problemas judiciales son proporcionales a la notoriedad de sus cargos, por eso no tienen más remedio que tragar su propia pócima, pero para la sociedad eso no puede convertirse en una venganza. Aunque muchas veces pensemos que se lo merecen por su prepotencia, desfachatez y desvergüenza, no debemos ponernos a su nivel, ya que nos convertimos en depredadores de la vida humana. Y de paso les hacemos el juego a los partidos de turno, que quieren ganar puntos con estas nefastas historias provocadas y toleradas muchas veces por ellos mismos. Todos los partidos deberían establecer filtros internos para que estas cosas terminen de una vez y no demos la impresión de un país de trileros. Y, desde luego, equidad absoluta y eliminar los aforamientos.

Evidentemente, los delitos cometidos por estos personajes son gravísimos y las consecuencias de los mismos, a todos los niveles muchas veces irreversibles. Merecen un castigo, si se demuestra su culpabilidad, pero eso no justifica el ensañamiento y la destrucción de un ser humano. Por eso justicia, pero no venganza. La mayoría de ellos ya llevan una merecida cruz muy pesada, ya que les han pillado in fraganti. Han pasado del coche oficial al rechazo social. Como decía Yves Montand, en una película de Costa Gavras, cuyo título no recuerdo: «Hoy eres ministro, y mañana estás en la cárcel».