Hace algunos meses dediqué mi columna las sequias surestinas. Nada hacía indicar en aquel momento que el mapa del tiempo se diera la vuelta y en los últimos dos meses se haya hablado de las sequías cantábricas, aunque cabría decir mejor, gallegas, que no es lo mismo. A los mediterráneos en general, y aún más a los del sureste, siempre nos has sorprendido que unas pocas semanas o rachas mensuales sin lluvia, con reducciones de la precipitación anual sobre la media que no van a veces más allá del 15 o el 20%, sean denominadas sequias. En cierto modo, resulta lógico. Habituados a lluvias constantes y bien repartidas sus acuíferos superficiales, su vegetación natural, sus pastos e incluso sus infraestructuras de abastecimiento soportan bastante mal esas bajadas de precipitación. A los que vivimos en climas de precipitación irregular con sequías de más de tres años, con reducciones de la precipitación que superan a veces el 50% nos sorprende esa sensibilidad. No obstante, nuestros acuíferos suelen ser más profundos, nuestra vegetación natural y nuestros cultivos de secano, y, sobre todo, nuestros recursos de abastecimiento, están más preparados para la irregularidad. En 1989 el sector cantábrico lo pasó francamente mal porque su sequía superó el año y sacó a la luz sus deficientes infraestructuras. Fue una buena lección y, en buena medida, se dieron cuenta de que, aunque fueran esporádicas, deberían estar más preparados ante las sequías. Un hecho curioso es que el mapa que determina rachas secas en el Cantábrico, un anticiclón centrado entre el Reino Unido y Europa central, suele suponer en el sur, especialmente en el mediterráneo y el sudeste, advecciones de frentes del este mediterráneos que, entre diciembre y enero, han dejado en muchos casos precipitaciones superiores a 500 e incluso 1.000 mm, tanto o más como lo que supone todo un año, y mucho más de lo que se había recogido en 36 meses de sequía. En 1989 pasó algo similar. La falta de borrascas atlánticas, de las que fueron sobrados el invierno pasado, estaba dejando seca Galicia, pero eso se está acabando estos días y yo me alegro, lo vivo tranquilo, porque tengo mi suelo mediterráneo saturado de humedad, al menos de momento: Agua para todos.