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À., sentido homenaje a Kafka

Hace noventa años se publicaba (póstumamente) la novela El castillo, de Franz Kafka. La historia de K., un trabajador contratado por las autoridades de un castillo en el que espera entrar a trabajar. Y la novela narra justamente eso: cómo K. intenta, por todos los medios, acercarse al castillo, entrar en él, pero sin conseguirlo. Todo tipo de problemas y trabas burocráticas se lo impide. El castillo es, claramente, el reverso de otra famosa novela de Kafka, El proceso, cuyo protagonista, Joseph K., también se ve inmerso en un marasmo burocrático-judicial, si bien en este caso la novela narra su fútil intento por tratar de escaparse de la burocracia. En El castillo, en cambio, K. busca acercarse a la burocracia, que le hagan algún caso (naturalmente, también sin éxito). Ambas novelas representan una crítica a la maquinaria opresivo-surrealista del Estado y su fundamental ignorancia de los intereses y los deseos de las personas a las que en teoría atienden y representan.

Por otra parte, el miércoles el Consejo Rector de RTVV anunció que el nombre de la nueva televisión pública será À. No me he dejado ninguna letra por el camino: À. Con el punto incluido. «À punt». Es un nombre que ha recibido todo tipo de críticas, sobre todo desde la oposición, y no sólo -ni principalmente- porque a muchos les suena ridículo o inapropiado (según la encuesta online de levante-emv.com, en el momento en que escribo estas líneas, el 65 % rechaza el nombre, por un 35 % que lo apoya), sino por su peculiar coincidencia con la campaña de la Assemblea Nacional Catalana (ANC), la principal entidad independentista catalana, encargada de organizar las sucesivas reivindicaciones en la Diada de Cataluña de los últimos años y de fomentar el apoyo cultural, social y político a la independencia.

Pues bien: a partir de ahora, la ANC comparte con la CVMC una cosa: un nombre. À punt. Y eso, desde la perspectiva de los partidos de la oposición, que ya intentaron convertir el nombramiento de la corresponsal de TV3 en la Comunitat Valenciana, Empar Marco, como directora general en una demostración del pancatalanismo impenitente del Consell, es oro puro. Creo que es un regalo con pocos efectos prácticos, en términos políticos, sobre todo porque es tan claro el surrealismo inherente a esta elección de nombre que sólo puede obedecer a un afán por homenajear a las mencionadas novelas de Kafka, sin ninguna intención político-ideológica ulterior: el Consejo Rector ha querido aportar su granito de arena al extraordinario sentido del espectáculo con el que se ha conducido, desde el principio, todo el kafkiano proceso de reapertura de la televisión y la radio públicas valencianas, como comentamos aquí hace un par de semanas. Y, desde esta perspectiva, À. constituye, sin duda, un punto a su favor.

Es más: podría decirse que, si la oposición se entretiene en criticar al Consell por este tipo de escándalos, como un nombre mal escogido o un anillo ciclista que no permite que los conductores aparquen en la acera para ir a comprar compulsivamente, los firmantes del Pacto del Botánico no tienen nada que temer. Y no sólo porque se trate de asuntos absolutamente menores y de incidencia práctica marginal, sino porque, así, queda en segundo plano el auténtico problema del actual Consell: llevamos casi dos años de gobierno de izquierdas, el ecuador de la legislatura. Que es, además, la parte de la misma en la que resulta más sencillo adoptar medidas de calado. Y el balance es digno de la burocracia de cualquiera de las dos novelas de Kafka que he mencionado al principio: las cosas no se acaban de poner en marcha nunca (no sólo À.), por misteriosas razones que casi nunca terminan de clarificarse. Y esto sí que es algo que hay que criticar.

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