Escribiendo un artículo sobre la España esquilmada prevalece la notica de la decisión de la presidenta de Andalucía Susana Díaz de presentarse a las elecciones para ser secretaria general del Partido Socialista. Supera para mí en importancia al discurso insistente y repetido que las instituciones funcionan, cuando pretenden convencernos que vivimos en un Estado de Derecho ante la gravedad de la situación que diariamente ponen de manifiesto los juzgados en los conocidos casos de corrupción. Se dice que las instituciones están funcionando pero no se añade la valoración de su funcionamiento, bien, regular o mal.

Pero vayamos a la decisión de la lozana andaluza. Trasladando el pecado a un punto de vista laico podemos definirlo como toda transgresión voluntaria a unos preceptos éticos y morales.

No se necesita mucha memoria para recordar la soez estratagema de Susana Díaz en Julio de 2014 cuando promovió a Pedro Sánchez a la secretaría general del PSOE en su pugna con Eduardo Madina. Éste, refiriéndose a Pedro Sánchez, no vale pero nos vale, dicen las crónicas que aseveró la andaluza. Luego en octubre de 2016, después de un extemporáneo no es no de Pedro Sánchez a Mariano Rajoy, Susana Díaz lideró y protagonizó uno de los más lamentables espectáculos que se hayan producido en un comité federal contra aquel compañero que ella misma promovió.

Que el Partido Socialista, pretendiendo ser alternativa de gobierno, nos muestre a Susana Díaz como la lideresa que va a ser capaz de gobernar España necesitaría una profunda reflexión. Solo con ver y estudiar un poco a sus acólitos y promotores se puede caer en una profunda desmoralización. Incluso Ximo Puig se suma a la colla sur de España que ha hecho y hará todo lo posible para debilitar el eje mediterráneo en el altar de la igualdad para todos los españoles.

Como diría San Ignacio, estamos en tiempos de tribulación. La Unión Europea es presa de un acomodamiento excesivo en el estado de bienestar. Nadie está dispuesto a perderlo pero los gobiernos no encuentran el camino para mantenerlo eternamente. Las diferencias que se ponen de manifiesto gracias a la globalización de las telecomunicaciones incrementan los agravios entre países y dentro de cada país. Por poner un ejemplo, la nueva inestabilidad en los Balcanes encuentra en la Rusia de Putin su principal promotor y los EE.UU. de Trump obligan a sus socios europeos, como primera medida, a incrementar los gastos de defensa. Con este panorama necesitamos una España más sólida, más verdad, más activa y más real.

Termino como lo hacía en el artículo sobre la España esquilmada y que ha frustrado la noticia de Susana Díaz. La España dinámica, innovadora, avanzada, europeísta, industrial, limpia, honesta, formada, veraz y entusiasta parece necesitar otra España. Se posiciona en un claro independentismo intelectual y emocional ante la España de los que nos han esquilmado. No es un independentismo territorial. Es sencillamente otra España que no se corresponde con la de Susana Díaz.