Presenciamos, el 24 de marzo, con motivo del 60 aniversario de la firma del Tratado de Roma, la reunión, en la Universidad de Roma Sapienza, de varios centenares de representantes de ONGs europeas en el foro de la coalición Cambiando la ruta de Europa. Poco a poco, en intervenciones de tres minutos, las asociaciones civiles fueron subiendo al estrado para mostrar su orgullo por lo conseguido en estos sesenta años y por los considerados como valores europeos (solidaridad, igualdad, sostenibilidad, paz y democracia) que vienen a ser una especificación de los derechos humanos y de convivencia. Junto al orgullo por la defensa de esos valores y su implantación en partes de Europa alejadas de ellos hace sesenta años -como nuestro país- también fueron muy patentes las críticas y los lamentos.

Tal vez se repitieron con tanta fuerza los unos como los otros. Se lamentó y se criticó que la Europa actual no fuera tanto la Europa de la ciudadanía, la Europa de la gente, como la Europa de las y los políticos. La Europa de los papeles y no la de las personas. Que fuera más la Europa de la concentración económica en pocas manos que la Europa de la distribución. Se reivindicó y elogió la Europa de la paz, pero se pidió la paz también entre los vecinos, en nuestras fronteras. Se defendió el relativamente alto grado de solidaridad intraeuropea, pero fueron muchas, muchas, las voces que denunciaron la escasa solidaridad con los refugiados. Denunciaron los oídos sordos ante Alepo o a Kiev o ante toda África. Ante los centenares de muertos en el Mediterráneo. Ciertamente, se aplaudió la desaparición de fronteras interiores, pero se gritó contra las inhumanas fronteras para quienes buscan el bienestar, la democracia y la seguridad de la que la mayoría de la ciudadanía europea disfruta.

Y este fue el grito con el cual se convocó a la manifestación del día siguiente. El 25 de marzo, mientras los dignatarios europeos celebraban el aniversario oficial, numerosas manifestaciones recorrieron las calles de Roma. La manifestación de la sociedad civil europea, bajo el lema Por una Europa diversa, pedía fundamentalmente dos cosas: más Europa, pero más humana. Las pancartas pedían una Europa unida, pero más solidaria, más igualitaria, más sostenible, más favorable a la paz y a la democracia, dentro y fuera de sus fronteras. La sociedad civil defendió estos lemas recorriendo el corazón de Roma. Desde la Plaza Vittorio Enmanuele hasta el Coliseo, miles de europeos y europeas, de Finlandia a España, de Ucrania o Estambul a Portugal, con el apoyo de una nueva ciudadanía venida de África y Asia pidieron más Europa y más humana. Lo pidieron con banderas de los verdes, de las mujeres pacifistas, de los sindicatos y de mucha gente más. Al parecer, otros renegaban de Europa en las calles adyacentes.