De cada cien chavales de la Comunitat Valenciana, casi la totalidad podrían expresarse hoy en castellano, algo más de treinta lo harían en valenciano y no más de seis, en inglés. Esa es la realidad educativa. ¿Cómo se le daba solución? Desde la Administración no ha sido, ha tenido que ser desde casa, con apoyos externos para reforzar los idiomas, haciendo esfuerzos económicos y dejando de lado la que es la otra lengua oficial, y materna en muchas casas.

El nuevo decreto de plurilingüismo permite ahora la libertad de elección de los centros y supera la división de las líneas en valenciano y castellano. Sin exclusión para los de primer nivel y dando mucho más valor al inglés, el que hace falta reforzar pero al ritmo que cada colegio marque, porque no todos los alumnos son iguales. Y esa libertad de integración debe dejarse en manos de quienes imparten la enseñanza, el profesorado. Algo que no ha dejado de defender en cada gesto la Conselleria de Educación. La nueva realidad será que todos los centros -incluídos los que tienen el básico- pasarán a tener dos horas y media más de inglés a la semana, a través de un nuevo sistema que da prioridad a la elección del centro y al ritmo que marquen los profesores, que son los que evalúan a los alumnos.

Que un conseller ponga voluntad y trabajo por mejorar la calidad de la educación pública, para facilitar las mismas oportunidades y dotar de los mismos recursos a todos los alumnos, puedan pagarlos sus padres o no, especialmente cuando no, debería ser motivo de reconocimiento y no de castigo. En cambio, me da la impresión de que, muchas veces, por querer que el valenciano reciba el mismo trato que el castellano en esta Comunitat, que tiene dos lenguas oficiales según el Estatut, querer digo, con todo el derecho del mundo, que pueda ser hablado por el mismo porcentaje de la población en la Comunitat, porque es su lengua, que además es baremado en las pruebas de acceso al empleo público y por ello las administraciones tienen la obligación de enseñarlo, querer que nadie sea sancionado en esta tierra por las fuerzas de seguridad por hablarlo, querer que sea entendido, traducido en textos legales, es decir, en plena igualdad real, parece que haya que pedir disculpas porque, desde diversos ámbitos se salta como resortes y utilizan palabras como imponer una lengua, se reciben insultos o se lleva a una conselleria al juzgado. ¿O me lo parece solo a mi?

El Ministerio de Educación ha validado el decreto de plurilingüismo de la conselleria, la única institución con competencias en materia educativa en la Comunitat. Sin embargo, lejos del ámbito educativo, la Diputación de Alicante anunciaba un recurso Contencioso Administrativo ante el Tribunal Superior de Justicia (TSJ) de la Comunidad, en el que argumenta, en líneas generales, que la Diputación de Alicante tiene potestad y «algo que decir» en defensa de los intereses de los municipios alicantinos, ante un decreto que considera que no respeta las particularidades de una provincia en materia lingüística. ¿En qué pleno de cuántos ayuntamientos han habilitado a la diputación a interponer este contencioso? ¿En nombre de cuántos ciudadanos actúan?

Esa es mi pregunta. Porque no tienen mandato directo del ciudadano, es decir, están al servicio de los alcaldes, allí no son elegidos por urna como sucede con el Consell, las Corts o los ayuntamientos. No tienen potestad. Y su trabajo es más de reparto de fondos e impulso municipal que no de gestión. Si es que sus municipios se han quejado por las horas de más en inglés o valenciano, ¿cuántas quejas han dirigido a la diputación? Porque no lo harían a una institución que, de entre todas sus competencias no está, ni nunca ha estado, la gestión educativa. Ni la promoción lingüística. Los colegios tienen modos de dirigirse a la conselleria, y son los competentes. Y los ayuntamientos, pero, esa tarea ¿corresponde a una diputación? Ignoraba yo que velaba también por el mantenimiento lingüístico municipal. Qué grande es la justicia que permite decir algo a una institución que pretende que no tengan nada que decir en la lengua que elijan todos los demás.