La semana pasada vimos como la evapotranspiración variaba espacialmente dependiendo de la temperatura (y el viento) y la disponibilidad de agua. Ambos factores varían a lo largo del año por lo que, dentro de la gran lógica que impera en la Geografía, la evapotranspiración también cambiará en el transcurso del tiempo. Nuestros datos se limitan a las tierras emergidas, de modo que es en el verano boreal donde se dan los mayores valores promedio.

La media planetaria es de 0´0199 gramos/km2/segundo, frente a los 0´01276 del invierno, los 0´015785 de la primavera o los 0´014 del otoño. En el invierno boreal, el hemisferio norte refleja los menores valores acorde con la timidez térmica. Estos se van elevando progresivamente, ascenso que se hace brusco en los dominios ecuatoriales. Aquí las estaciones vienen marcadas por la lluvia, dada la regularidad térmica por lo que la evapotranspiración es siempre importante. Se mantienen altos hasta los 15ºS cuando empiezan a bajar también en marcada pendiente pero hasta registros no tan bajos, dado que llegamos al hemisferio en verano. Las latitudes australes son más irregulares.

La primavera boreal muestra menores diferencias con el otoño austral. Llamativo es el seno en los desiertos de nuestro hemisferio; el sempiterno de la Patagonia y el pico secundario entre los 30-40ºN por la recuperación térmica. La pareja verano boreal-invierno austral deja al hemisferio sur en valores mínimos. El máximo ecuatorial se desplaza al norte, acompañando a las lluvias y al ecuador térmico que enmarca el seno desértico junto con otro gran máximo correspondiente a los continentes entre 45-60º N. Nuestro otoño anuncia las condiciones del invierno, mientras que la primavera meridional marca un afilado pico en torno a los 35ºS.