El Gobierno del Botánico tiene que hacer frente el próximo domingo a una prueba de fuego: la elección por primarias del secretario general socialista. De su resultado depende no sólo el futuro del PSPV-PSOE, sino también la continuidad del actual Gobierno de la Generalitat y que el PP tenga posibilidades reales de volver a gobernar en 2019, o incluso antes.

Por encima de las preferencias partidistas, los más de 18.000 afiliados socialistas deberán decidir si apoyan a Ximo Puig para que siga siendo secretario general de su partido, reforzándolo como president de la Generalitat; o si, por el contrario, dan su apoyo a Rafa García y dejan en situación precaria al president y al Consell. Ese es el dilema de fondo. No hay otro. Un dilema similar al que tuvo George Washington durante la guerra por la independencia de Estados Unidos.

Washington era comandante en jefe de un débil ejército que era, a pesar de todo, la fuerza principal con la que contaban los independentistas americanos frente al todopoderoso Imperio Británico. Durante todo el tiempo que duró la guerra (1775-1783), se mantuvo bajo las órdenes del Congreso Continental, asamblea de representantes de las colonias y máxima autoridad de la república naciente. Jamás tomó ninguna decisión que no contara con la aprobación del Congreso; y eso, a pesar de los errores y las notables incapacidades de esta asamblea. Siempre respetó el valor institucional y político del Congreso.

Pudo haberse aprovechado de su posición para imponer decisiones favorables a los intereses propios o de un grupo, y no lo hizo. Frenó en más de una ocasión a sus oficiales cuando intentaron enfrentarse al Congreso. Washington consideraba que abusar de su posición le habría dado el máximo poder durante un tiempo, pero habría vaciado de sentido a las instituciones republicanas y eso habría llevado a la derrota militar y política de los sublevados.

Cuando acabó la guerra, Washington se retiró a su casa y abandonó toda responsabilidad militar o política, manteniendo su lealtad a de las nuevas instituciones de Estados Unidos. Eso aumentó su prestigio y explica que posteriormente fuera elegido por unanimidad de todos los representantes de los estados, presidente electo del país por dos ocasiones. El único en la historia que ha contado con el 100 % de los apoyos de los compromisarios electorales.

La situación política valenciana presenta algunas paradojas. El Gobierno de la Generalitat funciona casi sin problemas internos y tampoco presenta síntomas de un desgaste excesivo, algo no siempre fácil en los gobiernos de coalición. La oposición no encuentra el tono ni el relato. Ciudadanos ha quedado reducido a una fuerte franquicia madrileña sin vinculación con la ciudadanía valenciana. Y el PP extrema en exceso su discurso y sigue lastrado por su incapacidad para asumir las consecuencias de su pasado reciente. Sin embargo, el electorado sigue siendo muy volátil, hay mucho malestar social y político, y cualquier error puede costar muy caro, sobre todo a la izquierda gobernante.

Quizás, por ello, las dos principales amenazas para la continuidad del Gobierno del Botánico no vienen de la derecha, sino que anidan en los propios partidos que lo sustentan. A medio plazo, en el sueño de la izquierda no socialista de conseguir la hegemonía y la Presidencia de la Generalitat. De manera inmediata, en las primarias socialistas del 16 de julio.

Una victoria clara de Ximo Puig lo legitimaría y reforzaría como president de la Generalitat y líder del Consell. Mostraría que la dinámica política madrileña y valenciana no permiten lecturas simplistas y traslación automática de resultados. Una derrota, por el contrario, lo dejaría en una situación difícilmente sostenible y abriría la posibilidad de unas elecciones a corto plazo. No sólo porque entre los socialistas las bicefalias nunca han funcionado, sino porque si perdiera Ximo Puig se pondría en cuestión su sentido al frente del Consell, dándole al PP un arsenal discursivo simple y eficaz: «¿Cómo puedes ser president de la Generalitat, si no te quieren ni en tu partido?».

Las primarias del PSPV-PSOE para elegir secretario general son una herramienta democrática ejemplar, pero plantean a todos los afiliados socialistas, y especialmente a quienes votaron a Pedro Sánchez y han sido críticos con los errores de Ximo Puig, un dilema similar al que tuvo que hacer frente George Washington durante años. O priorizar lo inmediato, las cuestiones de partido y el castigo interno, aunque se ponga en peligro potencial al Gobierno de la Generalitat. O actuar con sentido de responsabilidad y salvaguardar la Presidència de la Generalitat. La cuestión no es determinar quién gana una batalla dentro del partido, lo esencial es determinar qué es lo mejor para la sociedad valenciana.