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Nos meten mano

Cuando el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, perdonó a un selecto grupo de defraudadores fiscales, nos vendió la alcaldada como un grandioso gesto de astucia política: había logrado «aflorar» unas fortunas que no cotizaban, como si no estuviera en la naturaleza de los submarinos, los mineros y los evasores volver a sumergirse después de haber emergido. Para evadir no vale cualquiera, como hemos visto en el caso de los Papeles del Paraíso donde una de las compañías dedicadas a la fraude legal e ilegal no trabaja con clientes con un patrimonio inferior a 30 millones de euros. Abstenerse electricistas y fontaneros.

Mucho más original ha sido la excusa de Dassault Aviation, la compañía que fabrica aviones civiles y militares (y eclesiásticos), para justificar sus operaciones desde la isla de Man, paraíso fiscal desde el que podía vender sus Falcon sin IVA y así poder «atender las necesidades financieras de nuestros clientes en un contexto de crisis», nos cuenta Le canard enchaîné. Pobres jeques del petróleo: hacerles pagar IVA por los aviones que necesitan para las guerras tribales que antes libraban con camellos y espingardas. Más morro tiene el rolling Keith Richards: en su autobiografía Life aplaudía la intervención de Tony Blair en Irak, pero no por eso sometía su fortuna a la vigilancia del taxman. Patriotismo extraterritorial.

No duden del patriotismo de los evasores fiscales. Por debajo de las naciones reales están las sentimentales. Jordi Pujol tenía el dinero en Andorra por amor a la catalanidad general y restringida, una cosa muy relativa. Lo mismo que la hispanidad del reo Ignacio González, expresidente de Madrid D.F., a quien le han descubierto más de cinco millones de euros en Colombia. Gerard Depardieu se hizo ruso para no pagar impuestos. Bueno, ya casi bebe como uno de ellos. Cuando Depardieu se acercó a Alicante a rodar una película, los políticos se aglomeraron para el posado en torno a la estrella. Depardieu extravió su mano en la entrepierna de la señora de un conocido cargo público. Como se quejara la señora por semejante osadía, su marido le espetó: «Sonríe que va la foto».

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