Asi al final de la película «Los hermanos Marx en el Oeste» los conocidos actores y los villanos se enfrentan en una carrera por llegar primero al registro de propiedad y hacerse así con unas tierras. Los hermanos viajan en un tren con locomotora de vapor cuando de repente se quedan sin madera para quemar. ¿Solución? Encontrar más madera en el tren aunque eso suponga destrozar todos los vagones. «¡Traed más madera!». Da igual si asientos, paredes y ventanas sirven para alimentar la caldera: ¡más madera!, ¡más madera! Y poco más.

Exactamente esto sucede actualmente con la obtención de energía a través de los recursos no renovables como el petróleo, gas o carbón. Da igual si han tardado millones de años en llegar a producirse y tardemos pocas horas en quemarlas en una caldera o en un coche de combustión. ¡Más madera!

Siguiendo con los medios de transporte, sin lugar a dudas el coche eléctrico está empezando a cambiar la excesiva dependencia que seguimos teniendo de las energías no renovables. Especialmente porque empezamos a ver las ventajas de las energías renovables. Coches más limpios, sin combustión interna, eliminando las emisiones de gases de efecto invernadero en ciudades: el coche eléctrico es la mayor revolución de la movilidad actual.

Sin embargo, la revolución queda coja si cambiamos el parque automovilístico pero seguimos generando energía eléctrica como hasta ahora. Quemar carbón para mover coches eléctricos es como barrer una habitación y esconder la suciedad bajo la alfombra. La implantación del coche eléctrico tiene que ir acompañado de un giro de 180 grados en la manera que tenemos de producir la energía. A pesar de ello y siendo realistas, este cambio ni es ni será fácil. España tiene una potencia eléctrica instalada muy superior a la demanda real. Una sobreoferta que se traduce en una deuda en infraestructuras, que utilizan carbón, fuel o gas natural, y que se financia a través del recibo de la luz. Ahí hay una de las barreras de entrada a la penetración de las energías renovables en nuestro país: sufragar infraestructuras dedicadas a la generación eléctrica (algunas de ellas paradas) a través de la quema de materias primas no renovables.