Parece que existe una rara unanimidad en el país de los cainitas, digo del valenciano: todos estamos de acuerdo en que lo nuestro está infrafinanciado (no nos alcanza ni para el pan y el agua de la sanidad y la educación, ni para la sal de la dependencia) e infrainvertido (nos faltan túneles por todo el gruyère del territorio y el tren de Alcoi está fet una merda). Como corolario de esa rara unanimidad se ha producido una todavía más extraña confluencia: todos (a diestra y siniestra, arriba y abajo, y en parte del extranjero) hemos decidido acudir a una manifestación a la que nos hemos autoconvocado el día 18 (si hoy es lunes 20, anteayer). ¿Todos?

No. Existe un pequeño reducto galo en el que un grupo de irreductibles empocimados, a las órdenes del Vercingetorix de Marsella y encabezado por Obonig, resiste los cantos de sirena de las invasiones y asedios bárbaros de la política. Aseguran que los problemas que tenemos no se resuelven marchando tras una pancarta y se declaran, ¡vayapordios!, antipancartistas y, en consecuencia, antimanifestación, a la que no acudirán (o acudieron) aunque les pongan falta de asistencia y tengan que repetir curso y sesiones de adoctrinamiento de los druidas. Lo cierto es, sin embargo, que los problemas no se resuelven con manifestaciones, pero sí, como su nombre indica, se manifiestan y se exponen a la atención de los que no se quieren enterar ye-yé, no vaya a ser que algunos en Marsella o donde sea piensen que aquí no pasa nada, aunque sea cierto que pasa poco o que podría pasar más. Tampoco es que la alternativa de Obonig sea (o haya sido) más eficaz y atendida: cuando los irreductibles tuvieron durante años, que nos parecieron siglos, la sartén, el mango y los ingredientes, no nos fue mejor y empezó a irnos muy mal. En fin.

Los que si acudirán (o acudieron), finalmente, fueron las masas de Ciudadanos, pero ya advirtieron que, si en el transcurso de la comunión algún cura les daba una hostia, ellos se largaban o se largarían dejando a la multitud mermada. O sea, que irán (o fueron), pero quieren (coño, a estas alturas ya no sé si también quisieron: ¡con lo sencillo que es el presente de indicativo!) una manifestación sin banderas y sin más pancarta que la oficial sobre fondo naranja, no vaya a ser que algún «radical» piense que aquello es como el día del orgullo gay y se manifieste en pelota picada o por picar, con el noúmeno a la vista y al grito de ¡»Visca el sindicato Gay de Sabadell!» o «Los de Chueca nos roban». No te digo ya si ese algún fuera o fuese o hubiera sido una lesbiana de Mollerussa y pancatalanista no depilada, que las hay y empoderadas, sororizadas y enemigas del amor romántico. Es por eso que la síndica de la formación, que responde por Mari Carmen, advirtió que estarían vigilantes por si aparecía algún lema contra Cercedilla o Motilla del Palancar y pidió al Consell ojo avizor y registro de eslóganes. O pidirán.