Imaginemos que nos vamos de viaje, da lo mismo el destino. El precio por ese viaje es de 563,4 euros. Si de un día para otro nos subieran 5 euros el precio de estas vacaciones, ¿las anularíamos? La Economía del comportamiento nos brinda una reflexión: la decisión no depende del precio, sino del coste de productos similares y de cómo y cuándo nos lo cobren. Y aunque podríamos pensar que el no sería la respuesta más común entre los afectados, dependiendo de cómo lo comuniquen, cuándo lo cobren y de qué forma se abone, esta repuesta podría convertirse en un sí.

Pero entonces, ¿cómo nos afectan los precios de las cosas? Pues si no es desorbitadamente caro o extremadamente barato, tendemos a comparar con productos o servicios parecidos. Dan Ariely (reputado catedrático de psicología y economía conductual) pone un ejemplo muy gráfico: si tenemos una carta de vinos en un restaurante, el vino más caro no suele venderse. Puedes bajar el precio, pero lo eficaz es poner un vino aún más caro. Porque la decisión no es en cuánto valoro este producto en euros, sino que el cerebro toma un atajo: "el más caro no, el siguiente".

En este sentido, cabe preguntarse si la tasa turística tendrá algún efecto negativo: anulaciones de reservas o cambios de destino. O si, por el contrario, pasará desapercibida: tal como ha ocurrido en Baleares o Cataluña. Por la experiencia, podemos afirmar que la tasa no es tan alta como para que tenga efectos negativos sobre las reservas en la Comunitat.

Quizá lo que resulta más determinante, ya no tanto en la decisión, sino en la experiencia, es el hecho de que evidenciamos el dolor del pago en sí. Tal como ocurre en ciudades tan turísticas como Roma, es una tasa que se paga aparte del precio, explícitamente y en efectivo. Recordemos que tener que pagar algo genera una sensación negativa y cuanto más evidente, peor; nos crea una mayor sensación negativa pagar algo en efectivo ya que vemos, literalmente, como el dinero se va de nuestras manos. Así pues, el hecho de tener que pagar aparte la tasa y en efectivo no parece una muy buena idea.

Tampoco parece una buena idea que se pague al final, ya que el recuerdo de nuestras vivencias está fuertemente influido por los momentos de mayor intensidad y también por el final (efecto peak-end estudiado por el Nobel de Economía Daniel Kahneman). Así que, cerrar una experiencia vacacional o de negocios teniendo que pagar dos cosas: la habitación y la tasa, no parece una buena idea. Mejor, si se tiene que cobrar, que sea al principio.

Así que, pese a que la tasa turística no parece que vaya a tener ningún impacto negativo, en cuanto a la experiencia del turista, puede ser una mejor forma de gestionarla, haciendo esta tasa invisible a sus ojos, es decir, incluyéndola en el pago de la habitación.