Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Rita Barberá: el contexto de la ausencia

Hace 48 horas tuvo lugar el primer aniversario del fallecimiento de la alcaldesa de Valencia Rita Barberá. Simpatizantes y detractores, personas que la amaban o rivales acérrimos coinciden en destacar con más o menos entusiasmo el vacío de esa ausencia. Pero, ¿cómo está València un año después de la desaparición de la histórica líder conservadora? El contexto valenciano ha cambiado. El humo de la «palla de l´arròs» no debería nublar un panorama cambiante respecto a la València que dejó Barberá.

Estabilidad. Pese al ruido reciente en el ámbito del Consell -nada que no sufriera Camps o Zaplana-, los accidentes en la gobernación de la ciudad y los sonoros ecos de las manifestaciones que se encadenan -a cual más ocurrente- el horizonte institucional se ha vuelto cómodo por su estabilidad. Puig se sostiene por su sentido táctico, el distanciamiento del fango y la guardia 24h de su hábil camarlengo, Manuel Mata. No hay amenaza de ruptura ni cambios notables a la vista hasta las elecciones de 2019 y ni eso.

Vamos bien. Los restaurantes están llenos, el negocio inmobiliario crece, el turismo inunda nuestras calles y nos aproximamos unas navidades de récord en el comercio. Quizás por eso los empresarios se han decidido a tirar del carro, asumiendo su papel de activos ciudadanos comprometidos con el colectivo y no sólo con sus balances. Amalgamados en torno a Juan Roig, conviven pacientemente junto a eslóganes de un Consell de izquierdas, algo inimaginable antaño.

Oposición. En la oposición Isabel Bonig afina su liderazgo y se apresta a la contienda y el anticatalanismo anda a la baja aunque sus mentores saquen músculo de uvas a peras vitaminados por el ala dura del Botànic -léase la expulsión de Lo Rat Penat del Principal-. Jorge Rodríguez, Toni Gaspar, hagan algo. En cuanto al PPCV, en este momento nadie se atreve a asegurar que la líder popular se equivocó ausentándose de la manifestación por una financiación justa, habida cuenta del pacto Rajoy-Sánchez para postergar la solución a 2018. Los populares, parte débil en este conflicto, sólo pueden visibilizar razonablemente el agravio, dar valor a la firma de aquel manifiesto que pergeñaron Montoro y Bonig, que ahora se presentará a patronal y sindicatos, y mantener activa la llama reuniéndose con presidentes populares de otras comunidades, etc. No se descartan acciones audaces -todavía por anunciar- que les permitan recuperar la iniciativa.

Aniversario. Y en esas llega el aniversario del fallecimiento de Rita Barberá y esta es la València que tenemos. Hoy, con la bancada popular hecha unos zorros y con el meritorio liderazgo circunstancial de Eusebio Monzó, es más sonora si cabe la ausencia. Rita fue -como ocurre con líderes natos, Felipe González, Fraga, Pujol, alguien que se inventó a sí misma. Durante muchos años Valencia pareció ser ella -a tenor de los resultados electorales- y al tiempo la ciudad estuvo abducida por ella. La alcaldesa fue omnipresente, omnímoda. Rita solapó a la ciudad de Valencia -hoy València-, solapó al Partido Popular y al final -a tal fuerza, tal tributo- se solapó a sí misma.

Magnitud. Con Rita siempre flotó en el ambiente una verdad no escrita: Rita pudo ser lo que hubiera querido. Quizás su error fue querer reinar a lo grande en un mundo pequeño: Valencia. No le valía ni ser Presidenta de la Generalitat, ni ministra y no obstante pretendía que la consultaran, y ella influir, «marcar» incluso al presidente popular de turno. Mucho se habla de su impronta como gobernanta. ¿Transformó Rita València? ¿O se adaptó a la Valància más conservadora, hasta mimetizarse ambas? En toda sociedad, y en cada individuo, conviven, dialécticamente, lo nuevo y lo viejo, y en València Rita se alineó con el sector menos innovador de la sociedad y su partido. La Copa América era una criatura de la Generalitat, del Consell llegaron los grandes eventos, epidermis mutante de temporera modernidad. Y el tirón de un continente sin parangón, Cacsa. Pero en el urbanismo, el tráfico, la cultura ? ¿no practicó una posición inmovilista, enemiga de los cambios y la renovación? Sea como fuera, ganó. Sin rivales.

El final. Durante un tiempo València parecía responder solo a su relato, la oposición no encontró forma de derrotarla. Practicó esa jibarización voluntaria, cómoda para cierta burguesía, incompatible con la nueva movilidad. El discurso de una ciudad abierta al mundo y muy visible participó de cierta visión «coenta» del urbanismo. Su espíritu del matriarcado contagió hasta a su partido porque no pudo auspiciar un relevo. Se le creía eterna, y no lo era. Su final desmereció su trayectoria. Acosada por la justicia, perdidos los apoyos internos, más que derrotada se la vio perpleja. Pequeña y asustada en los pasillos del Senado, fuera de la burbuja de cristal. Rita, por fin dolientemente terrenal, no llegó a entender, ni aceptar, lo que le estaba pasando. Y sin embargo, no habrá otra igual.

Compartir el artículo

stats