Nos invitan al escritor Ramon Guillem y a mi a un taller literario en Silla dirigido por el editor y poeta David Vid. Para hablar de recetas, procedimientos y trucos, claro y, como siempre, para que los alumnos pregunten cómo resiste uno la presión sostenida, el ojo de gendarme, el deber puntilloso de la columna diaria. Pues no puede ser de otra manera: lanzándome al tiempo como a una piscina, a sus aceleraciones, a la ruta pedregosa o bonancible del almanaque, a cosas así. Uno de mis primeros recuerdos de niebla es la cápsula Sputnik amarrada a la gravedad terrestre, loca de vértigo circular como una novia bebida en una noria. Bip, bip, bip. Hace sesenta años.
Guillem, que consiguió que su poemario Terra d´aigua fuera el libro más vendido del mes en cierta librería de referencia, invoca la autoridad de Rainer Maria Rilke al dirigirse a un joven poeta: «Si puedes vivir sin escribir, no tienes porque hacerlo». Escribas o no, te vas a morir, espabila. Mi madre y mi abuela contaban pocas historias, eran más dadas al proverbio, al adagio moral. Para eso estaba la señora Catalina, la madre de mi amigo Ximo, que extraía de El Caso historias de frenesí y temblor que me hacían sospechar hasta de mi sillita de enea, no fuera a devorarme. Como la Navidad es fabulosa, en las vigilias volvemos la vista atrás hacia ciertos episodios de la novela familiar, una operación en la que destaca mi hermana Maricarmen por el certero barroquismo de sus expresiones: «Estic hasta la cambra de més amunt!».
Procedimientos narrativos. Les hablo a los alumnos (también hay en la escuela de adultos gente que aprende pintura o informática) del talento de Jaume Cabré para tratar, en un breve relato titulado Poldo, de un pobre cuatrero de los Pirineos, ultimado por los matones del oligarca y enterrado en la cuneta que abrazará a los fusilados de la postguerra, y convertir esa materia de espanto en una pieza cómica. Me quedo sin tiempo para hablarles de Mohave, el relato de Truman Capote que es de lo mejor que se ha escrito en cualquier lengua. Bosque de columnas, la vida. Y la Lonja.
