La sequía que estamos padeciendo debe hacernos reflexionar y, sobre todo, actuar. Con racionalidad, previsión, conciencia y compromiso. Una preocupación hoy, que requiere una reflexión con vistas al futuro.

El clima mediterráneo tiende a presentar sequías cíclicas, aproximadamente cada diez años. Sin embargo, el escenario actual difiere de episodios anteriores. Estamos en una situación excepcional de sequía meteorológica, arrastrada desde 2013, que ha llevado los volúmenes de agua embalsada en las cuencas del Segura y del Júcar a una situación crítica, que ya ha tenido su traslación a la Comunitat Valenciana en forma de una dura sequía agronómica.

La pregunta que cabe plantearse es qué hace diferente la situación actual. Hemos padecido elevadas temperaturas durante las estaciones cálidas, que perduran más de lo habitual, provocando más evapotranspiración en las plantas, aridez en los suelos y, en consecuencia, mayores demandas de agua, en todos los usos, particularmente el agrario. La escasez de lluvias en 2013 y 2014 no fue compensada por las precipitaciones en 2015 y 2016, porque éstas se acumularon en pocos días y en forma de temporal. Además, siguieron un patrón de lluvia diferente que concentró la intensidad en fenómenos costeros de poca duración, siendo más escasas en las cabeceras de los ríos, donde se ubican la mayor parte de los pantanos.

¿Es el cambio climático? Sí. Al menos, en parte. Sin duda, vivimos en un territorio vulnerable a los impactos del cambio climático; uno de ellos -ya patente-, la exposición a sequías y fenómenos meteorológicos extremos cada vez más frecuentes.

Tenemos la responsabilidad y la obligación, como sociedad y desde las administraciones públicas, de responder ante la situación grave de hoy, pero sobre todo de preparar y planificar nuestro territorio y nuestras actividades económicas ante el futuro.

Entre estas actividades económicas, la agricultura, que confiere uno de los rasgos más característicos de nuestro territorio y de nuestra economía, está sufriendo afecciones directas, graves en los regadíos de Alicante, y en el sector ganadero y los secanos del interior de las tres provincias, así como indirectas, ante la incertidumbre de las previsiones meteorológicas, poco halagüeñas, de los próximos meses.

Esta situación preocupa y ocupa a la conselleria que dirijo. Por ello, realizamos un seguimiento continuo del impacto de la sequía sobre el sector. Desde marzo de 2016, disponemos de un protocolo específico -activado de nuevo en el verano de 2017- que conlleva la elaboración de informes mensuales sobre la evolución de indicadores meteorológicos, recursos disponibles, situación de cultivos y ganado, y evaluación de daños.

En paralelo, estamos desarrollando una política de regadíos que da respuesta a las necesidades tanto estructurales como coyunturales del campo valenciano, desde la racionalidad y la sostenibilidad en el uso del agua, en tres líneas fundamentales: un programa de inversiones en infraestructuras agrarias y modernización de regadíos, que alcanza los 17 millones de euros anuales desde 2015; ayudas cofinanciadas por fondos europeos, por 25 millones de euros anuales, para nuevas tecnologías y mejoras en la eficiencia en el uso del recurso y ahorro de costes; y ayudas a las comunidades de regantes, para impulsar proyectos de racionalización en el uso de agua de riego y empleo de energías renovables.

Una política de regadíos que se refuerza, por un lado, con nuestra actuación coordinada para ampliar la capacidad de reutilización de aguas depuradas, y por otro, con las líneas de investigación y formación del Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA) sobre respuesta de los cultivos a la sequía, manejo de suelos y riegos, y adaptación a los efectos del cambio climático en el sector agrario.

En cualquier caso, estas actuaciones se deben ajustar a los planes de cuenca y planes especiales de sequía que se aprueban desde el Gobierno central, que conllevan la adopción de medidas excepcionales por parte del Ministerio de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente y de las Confederaciones Hidrográficas. Una planificación y unas medidas que son insuficientes en la actual coyuntura de sequía y que obvian la necesidad de una nueva perspectiva de sostenibilidad ambiental, social y territorial en el uso del agua.

En este contexto, desde la Generalitat asumimos nuestra responsabilidad y nuestro compromiso en la defensa del sector agrario de la Comunitat Valenciana y en las actuaciones que garanticen el suministro, en cantidad y calidad.

Y respecto a aquello que supera el ámbito de nuestras competencias, continuaremos exigiendo al Ministerio una mayor implicación, que sea efectiva para paliar los efectos de la sequía en el sector agrario valenciano. Por ello, desde la lealtad institucional y el ánimo colaborativo, hemos trasladado al Ministerio una serie de propuestas de actuación adicionales ante la sequía, en tres ámbitos, que recogen las peticiones de nuestros regantes: la realización de las inversiones pendientes en modernización de regadíos; la activación definitiva de las plantas desalinizadoras de Alicante, con garantías de disponibilidad del agua desalada a precios asequibles; y la adopción de las medidas técnico-administrativas necesarias que faciliten la disponibilidad del recurso.

La revisión de la planificación hidrológica del conjunto del Estado es un proceso clave, que acaba de arrancar. Esperemos que el Ministerio sepa liderar esta tarea, contando con las comunidades autónomas de forma constructiva y participada. Desde la Generalitat Valenciana, ya hemos planteado la necesidad de abordar problemas no resueltos en la planificación hidrológica vigente, que aprobó el gobierno de España en 2015.

Una planificación hidrológica ante la que hemos sido y somos críticos, al entender que se basa en parámetros desactualizados, que no proporciona elementos suficientes para hacer frente a una sequía como la que padecemos y que no ofrece garantías de disponibilidad para humedales de nuestro territorio, con tanta importancia ecológica e hidrológica como l´Albufera. Además, el grado de inversión del Ministerio en agua en la Comunitat Valenciana es muy bajo, ya que se cifra en un escaso 5.2% en 2016 y un 4.5% en 2017 respecto al total nacional invertido.

La difícil situación de sequía que atravesamos debería servir asimismo, en este marco de revisión de la planificación hidrológica estatal, para invitar al conjunto de la sociedad, como usuarios y usuarias cotidianos del agua, a una reflexión compartida sobre la necesidad de ahorrar agua. Y también, para integrar definitivamente los efectos del cambio climático en la planificación hidrológica de las cuencas de los ríos que surcan nuestro territorio.