Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

2017 nos deja una España más derechizada

El año que mañana termina ha estado condicionado, sobre todo en su segunda mitad, por la consumación (aún no sabemos si como tragedia o como farsa) del proyecto independentista catalán, su fracaso y revalidación dos meses después, en las elecciones convocadas por Rajoy. Cataluña ha absorbido casi todas las energías y la atención mediática, y ha dejado de lado las políticas sociales o económicas, fiadas a una incipiente recuperación.

Llevamos meses hablando de Cataluña, y lo que nos queda. El show, por desgracia, no parece tener fin. Los frentes político, económico, social y, muy particularmente, judicial, constituyen una fuente inagotable de noticias, que dejan en segundo plano todo lo demás. Pero, en el camino, algo muy importante ha cambiado: la sociedad española se ha derechizado. La reacción en España a estos meses de fulgor independentista ha dejado totalmente desdibujada a la izquierda: Podemos parece flaquear, según todas las encuestas, como consecuencia de sus vaivenes y de un discurso que muchos ven excesivamente complaciente con el independentismo, lo que le ha supuesto un castigo tanto en Cataluña como en el resto de España.

El PSOE, liderado (según dicen, porque anda desaparecido desde hace meses) por Pedro Sánchez, se ha puesto de perfil en toda esta crisis y procura no llamar la atención. Recordemos que no hace tanto tiempo Pedro Sánchez recuperó la secretaría general del PSOE con una campaña en la que se reivindicaba como «Pedro el Rojo», el líder que devolvería el partido a la grandeza desde la asunción de sus principios fundacionales. Luego llegó al poder y no hizo... ¡nada! Un curioso seguidismo de Mariano Rajoy, maestro en la materia.

Algunos líderes independentistas, como Gabriel Rufián o Antonio Baños, se han prodigado estos meses en declaraciones sobre cómo su proyecto no iba de independentismo, sino de democracia, viniendo a decir, más o menos, que lo de independizarse era para hacerle un favor a la izquierda española y acabar con un Estado de raigambre franquista.

Tras las elecciones, nos encontramos un panorama en Cataluña en el que hay una aplastante mayoría de los partidos conservadores, que ocupan las dos primeras plazas (Ciudadanos y JxCAT), mientras Comuns y la CUP se hunden, ERC fracasa en sus expectativas de liderar el bloque independentista y el PSC sobrevive a duras penas. Y, si nos fijamos en las encuestas en España, nos encontramos con una situación difícil para el PP, que estaría siendo canibalizado en algunos sectores de votantes (los más jóvenes y urbanos, sobre todo) por Ciudadanos. Y esto no sucede ya, como en 2015 o 2016, porque sus votantes huyan del PP por ser un partido demasiado vinculado con el franquismo o la corrupción; huyen del PP porque el PP, a diferencia de Ciudadanos, no lo ven suficientemente firme contra el independentismo. Los nuevos votantes de Ciudadanos coinciden en esto con José María Aznar.

En resumen: el «favor» a las izquierdas de los dirigentes independentistas supuestamente alineados en la izquierda ha consistido en pulverizar, quizás por mucho tiempo, cualquier posibilidad de que la izquierda recupere el poder en España. Mientras, en Cataluña los independentistas siguen liderados por Puigdemont y Convergència, o sus herederos. En el camino, además, la dinámica de enfrentamiento con el independentismo está teniendo consecuencias muy serias, y muy graves, en el sistema de garantías español. No es sólo, ni principalmente, los dirigentes independentistas en prisión preventiva (desde mi punto de vista injustificada); es una dinámica en la que comienza a verse normal que se impongan penas de prisión por opinar en público, y en donde los «delitos de odio» sirven para un roto y un descosido.

Habrá que ver qué sucede en las elecciones autonómicas y municipales de 2019, para las que queda poco más de un año. En 2015, la debilidad del PP propició la recuperación para el bloque de izquierdas de algunas comunidades autónomas y de las principales capitales. Entre ellas, las tres capitales de provincia valencianas y la Generalitat. No está claro hasta qué punto pueda afectar el asunto catalán a la política valenciana. El estado casi catatónico del PP y la ruptura en Ciudadanos aventuran que quizás el Botànic esté en condiciones de aguantar el tsunami de la derecha, revitalizada en respuesta a lo sucedido en Cataluña.

Desde luego, los líderes de los partidos de izquierda (con alguna excepción peculiar, como el diputado de Compromís Josep Nadal, para quien Puigdemont estaría a la izquierda de Catalunya en Comú) huyen despavoridos de cualquier identificación con Cataluña, visto lo que ha sucedido ahí y lo que dicen las encuestas. Y harán bien, si quieren mantener el poder. Quizás la Comunidad Valenciana, antaño uno de los principales graneros electorales del PP, se convierta en la excepción izquierdista que contraste con la victoria de la derecha en casi toda España... ¡Y todo gracias al «favor» que el independentismo estaba haciendo a la izquierda española!

Compartir el artículo

stats