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La Virgen, seña de identidad de Campanar

La fertilidad de las tierras de Campanar «que se extiende tres millas por el borde izquierdo del Turia», explicaba Martínez Aloy, ha sido siempre la singular característica del lugar, campos hoy arrasados y sacrificados por el boom y la expansión urbanística. Valor especial sobrevenido por su yacer a nivel más bajo junto al lecho del voluptuoso Turia, que regeneró con los limos de cada riada la fiereza de su composiión.

Romanos y visigodos llamaron a esta llanura campania, nombre que respetaron los árabes y Jaime I legalizó en el Llibre del Repartiment con la versión camparius, campanarius o Campanar. !In Campanar. IV nonas augusti», escribiría en el libro del reparto del botín de la conquista.

No le viene al pueblo, por lo tanto, el nombre de Campanar por el que graciosamente se alza en la plaza de su Iglesia, la cual es de la Iglesia y no del Ayuntamiento. Estuvieron tan ricas tierras en manos del Patrimonio Real y de señores feudales -los Valeriola, Barón de Barcheta, Barón de Benifallim, Marqués de Sotelo,?- Se rifaban sus tierras los poderosos.

Poco tiempo fue el pueblo independiente en lo civil, sólo de 1836 a 1897, el centralismo de la ciudad no se lo permitió. En lo eclesiástico tuvieron más suerte. Consiguieron, el 6 de septiembre de 1507, su identidad propia al quitarse de encima el yugo de la parroquia de santa Catalina. La capilla que servía al centenar de alquerías del lugar fue su primera parroquia y advocada a la Virgen de la Misericordia. Fue mejorada con dinero de Pedro Raimundo Dalmao, señor del enclave, a quien se le permitió tener tribuna abierta a la iglesia a través de la que poder oír Misa desde su casa, la cual aún existe.

El 19 de febrero de 1596, un albañil haciendo una sepultura en el templo para enterrar eclesiásticos, halló una diminuta imagen de la Virgen, hecha de alabastro. Está de pie y lleva el Niño Jesús en brazos. Su peso es de 21 kilos y mide 4 decímetros, «de excelente factura» calificó Sanchis Sivera. Aunque ya ha cesado en la costumbre, la tradición era raspar la espalda de la imagen e ingerir el polvillo cuando una partera estaba en grave peligro con el fin de que todo se desarrollara bien. También la tenían los labradores por protectora contra las inclemencias del tiempo para que sus cosechas no se arruinaran. «Vuestro influjo superior/ la cosecha afianza,/ trocando siempre en bonanza/ del temporal el rigor/ y pues para tal favor/ sois iris en tierra y mar/. Nube sois que gracias llueve/ en cualquier necesidad, / y en pública utilidad/ nos dais colmada la nieve: y si a tanto don os mueve/ la protección singular/ Sed para todos consuelo/ oh Virgen de Campanar", cantan en sus Gozos el día patronal.

La llanura abierta, antaño llena de pinares y oferente de cuantiosas y buenas cosechas desapareció, pero queda el pueblo dentro de la gran y desmadrada ciudad del asfalto, con su Virgen, la única seña de identidad que les queda de su fecunda historia, y a la que festejan solemnemente a la valenciana cada 19 de febrero.

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