Una vez que Mónica Oltra ha cumplido el sueño de toda la vida, según testimonio propio, de ser proclamada fallera mayor en su comisión, quizá sea un buen momento para abordar sus ilusiones políticas. No parece aventurado decir que las ganas de acceder a la Presidencia de la Generalitat son mayúsculas. Quizá al principiar su carrera fueran minúsculas en comparación con llevar la banda pero, como la semilla de mostaza de la parábola bíblica, al crecer debe haberse convertido en la más grande del huerto.

Los nutrientes son de sobra conocidos. Errores sin tasa de la prepotente derecha valenciana, inanidad suicida del PSPV, necesidad de alianzas de EUPV o el Bloc para entrar en Les Corts y camisetas televisivas que apelaban al electorado más bisoño y rebelde de la Comunitat. Cuestiones que, entre otras, confluyeron el año 2015 cuando la candidatura que encabezaba alcanzó cotas nunca vistas para las alternativas al bipartidismo. Le faltaron poco más de cincuenta mil votos para ser segunda fuerza y exigir la presidencia a un PSPV perplejo obligado a ceder a regañadientes. De esta manera, tuvo que posponer la fe en la victoria para una segunda oportunidad que está a la vuelta de la esquina.

Para llegar con posibilidades a la cita, necesitaba salir bien parada en el reparto de papeles nacido del Pacto del Botánic. La presidencia de la Generalitat fue para Ximo Puig y Enric Morera le adelantó en el protocolo al presidir Les Corts. Pero ella se quedó con la vicepresidencia, la antigua Conselleria de Bienestar Social renombrada de Igualdad y Políticas Inclusivas, según su gusto, y la portavocía. Así adquirió el privilegio de informar cada viernes a la ciudadanía sin intermediarios y manejar un magro presupuesto a la vez. Ya se sabe que la política sin dinero se hace en bares y sobremesas.

En su nuevo rol, Oltra dejó de lado las camisetas que enervaban a Juan Cotino y optó de forma sensata por mejorar la imagen. En definitiva, precisaba de más peluquería y vestuario formal para dirigirse a un público numeroso y realizar las funciones que en el mundo de los informativos televisivos se conoce como cabeza parlante. La clave para estos menesteres es saber poner el gesto al servicio del anuncio. Saber estar feliz y cariacontecida cuando toca. Sin duda, ha demostrado su valía en este campo. Su amplio registro abarca desde la indignación a poner tiernos ojos. Solo había un pero, la cadena autonómica que tan buen servicio dio a otros gobiernos está cerrada. Los malpensados creemos que no se abre para restarle la baza de entrar en los hogares de valencianos cada dos por tres.

Ahora que se acerca la hora de la verdad, debe tener cuidado para no perder el tren por segunda y quizá última vez. Los compañeros de coalición seguramente permitan que repita como cabeza de lista pero le harán pagar un alto peaje. Entonces conoceremos el tamaño que ha alcanzado aquella semilla de mostaza donde depositó la fe en alcanzar la Presidencia.