«Jo cante eixa minsa condició de poble ignorat/i paraules d´amor contra l´oblit afirme». Joan Riera (Favara de la Ribera,1938)

En el principio somos municipio. No se consigue la Generalitat sin tener amarrado el Ayuntamiento de València. El núcleo duro de la política autonómica está en la ciudad de València. Y el País Valenciano, sin los pueblos no es nada. Los municipios son la clave de la política valenciana, a partir de la implantación de la autonomía que alumbró la Comunitat Valenciana en 1982. Nacionalidad histórica desde 2006. De ahí -ahora que vamos a recordar el 25 d´abril- a los Furs y a las Corts del Regne de València. A raíz de la formulación de los injustos presupuestos del Estado para 2018, la municipalidad doméstica se ha transformado en mendicante y procesionaria.

Negocio y misión. Más de cincuenta munícipes valencianos han ido a Madrid a reclamar a los ministros de Hacienda, Cristóbal Montoro (zanahorias) y de Fomento, Íñigo de la Serna (bienqueda) con Joan Ribó, alcalde de València, al frente. ¿Dónde estaba el president de la Generalitat, Ximo Puig? Paseando por China y Japón con el conseller d´Economia , Rafael Climent, el presidente de la APV, Aurelio Martínez y los máximos representes de las entidades económico-empresariales, J. V. Morata, Salvador Navarro y J. V.González, acompañados de más periodistas que empresarios, bajo la batuta del omnipresente delegado autonómico ante la UE, Joan Calabuig. Noatum y Cosco los tenemos atados, pero el pan de cada día está por el aire.

Trallazo. Se aproximan los comicios municipales y autonómicos. El primer síntoma sombrío de lo que nos espera, ha sido la carcasa lanzada por el Partido Popular a la coalición que gobierna la Generalitat en virtud del Pacte del Botànic. El denunciante, el exvicepresident de la Generalitat, José Císcar Bolufer,-precisamente él- con su inteligencia preclara, señalado en varias causas judiciales relacionadas con las miserias de su partido. El tiro por la culata les ha estallado en pleno rostro. La empresa autoimplicada en este caso de corrupción con epicentro en Gandia, Crespo-Gomar , en inexplicable malabarismo multipartidista, trabajaba para, al menos, tres formaciones políticas: PP, PSPV, y Bloc. ¿No hubiera sido mejor, prescritos los delitos electorales, esperar a que la Comunitat Valenciana, que dicen defender, se curara de la pandemia de corruptelas que la difama?

Ciudades y villas. El factor que distingue a la política valenciana es el municipalismo libre y civil. Dentro de él la singularidad comunal de la urbe de València que reúne en su área de influencia casi el 30% de la población de la Comunitat Valenciana y en su estricto ámbito municipal, más de la quinta parte de sus habitantes. Si València se ha salvado ha sido por la estabilidad y el equilibrio. Estabilidad para liderar, cuando pudo y marcar pautas con magnanimidad. Equilibrio interno y externo, entre los tres brazos—militar, eclesiástico y municipal-- de las Corts . Hacia afuera manteniendo la equidistancia en las tensiones y hacia adentro, las fuerzas territoriales personadas en villas y ciudades.

Comarcalizar. El fin de este sistema lo marcan la Guerra de Sucesión y el decreto, insolente y borbónico, de Nueva Planta en 1707, demoledor para el Regne de València. Después vino la división provincial, entre 1822 y 1851, que afrancesó la organización política y administrativa hasta reducirla a un país despedazado arbitrariamente. València es importante para sí misma y para el conjunto autonómico actual por su peso específico y por su capacidad de plantar cara al poder central y a todas sus ramificaciones. València fue civil, archiurbana y antifeudal. La asignatura pendiente para la refundación de la Comunitat Valenciana es la comarcalización del territorio. La reforma anunciada y todavía pendiente para democratizar la gestión geográfica, económica, cultural y social del país.

Catarsis. En 2015 comienza la etapa terapéutica con el Ayuntamiento presidido por Joan Ribó, el quinto alcalde democrático de la Transición. Se ha caracterizado por modernizar, clarificar y sanear la gestión municipal. El paréntesis de 24 años de ayuntamientos sucesivos del Partido Popular, con la alcaldesa Rita Barberá al frente, fue anquilosando la maquinaria y esquilmó las arcas municipales. Notoria fue la animadversión entre Eduardo Zaplana, president de la Generalitat y la alcaldesa Rita Barberá, también diputada autonómica. Todos querían estar en todo porque no se fiaban de nadie. Zaplana, «capo dei capi», ha disertado esta semana en el centenario Ateneo Mercantil, frente a la «Casa gran» de la capital autonómica.

No hay que inventar nada. València necesita consolidar el proyecto de normalidad democrática. Otras ciudades -París,Barcelona- atribuladas por sus crisis hacen examen de conciencia. Lápiz rojo, parón y cuenta nueva para comenzar a volar y ser ellas mismas. Las ciudades tienen alma, que responde a su historia, a su idiosincrasia, a su configuración y a la voluntad de ser de sus ciudadanos. Democracia en estado puro. Se necesita reflexión y proyecto. Discernir y decidir. Y si se coincide, aunque sea en lo básico, emprender el camino y la aventura. Con determinación y coraje.