Opinión

Yo quiero nuestro ‘viejo’ Mestalla

Mudarse a la avenida de las Corts Valencianes romperá con esa liturgia de miles de personas. «Jaula nueva, pájaro muerto», dijo en tono profético Luis Aragonés en Oviedo cuando el club iba a cambiar de estadio. No erró

La afición recibe al Valencia CF en Mestalla

La afición recibe al Valencia CF en Mestalla / FRANCISCO CALABUIG

Los estadios serán las catedrales del siglo XXI, apuntaba Manuel Vázquez Montalbán. Lugares casi de culto en los que cada quince días ‑-o menos si el equipo disputa competición europea-‑ miles de personas se reúnen para profesar una devoción por sus colores. València tiene la posibilidad de contar con una de las ‘catedrales’ más singulares del mundo. Y no me refiero al esqueleto que ocupa ahora Corts Valencianes, sino que hablo de Mestalla, de nuestro ‘viejo’ Mestalla, loado por su verticalidad, su sonoridad y su cercanía al terreno de juego por tantos aficionados extranjeros que sucumben a su encanto y lo convierten en lugar de obligada visita.

En sus más de 100 años de historia, Mestalla ha conseguido convertir las inmediaciones de la avenida de Aragón en un centro ‘alternativo’ de la ciudad. Cada vez que hay partido se convierte en un punto neurálgico, donde confluyen no solo los aficionados de la capital del Turia, sino de toda la provincia. Ir al viejo Mestalla no es ir a ver un simple partido de fútbol, es toda una liturgia que cada aficionado ha repetido durante años con algunos de sus seres más queridos. Los pasos de nuestros abuelos, y los que deberían dar nuestros nietos o nietas. Salir de casa con la camiseta, la bufanda o la bandera y tomar un camino que cada uno recorre de memoria, como llegó a hacer Juan Ramón, aquel extraordinario defensa de los gloriosos años 40 que, enfermo de alzhéimer en el tramo final de su vida, desapareció una noche de su casa y se presentó allí, en Mestalla, su otro hogar.

La grada de Mestalla, vacía, en una imagen de archivo. | LEVANTE-EMV

La grada de Mestalla, vacía, en una imagen de archivo / Levante-EMV

Mudarse a la avenida de las Corts Valencianes romperá con esa liturgia de miles de personas. «Jaula nueva, pájaro muerto», dijo en tono profético Luis Aragonés en Oviedo cuando el club iba a cambiar de estadio. No erró. Fue estrenar el nuevo Carlos Tartiere y descender. Todavía no han vuelto a Primera. No quiero decir con esto que ir al nuevo estadio supondría un descenso, pero sí que creo que podría comportar una notable pérdida de afición en los partidos. Le pasó al Espanyol cuando marchó de Sarrià a Montjuïc para acabar en Cornellà. Tardó en recuperarse la Real Sociedad cuando pasó de Atocha a Anoeta. Se salva el Atlético de Madrid en su traslado al Metropolitano, pero he ahí un factor con el que no cuenta ahora mismo el Valencia: los colchoneros se mudaron en su momento de máxima efervescencia con Simeone al frente. Un eventual traslado a Corts Valencianes corre un serio riesgo de crear una enorme brecha social en el club si no se realiza en una época de bonanza deportiva… y por mucho que Baraja esté rozando el ‘milagro’ de llevar al equipo a Europa, el proyecto deportivo que se vislumbra no apunta a esos lares.

Por todo ello, cojo el testigo lanzado por Gustavo Clemente el pasado martes en esta misma contra de Superdeporte y me posiciono a favor de quedarse en nuestro ‘viejo’ Mestalla. Sé que existen muchos condicionantes legales, pero si hay una mínima opción, por muy pequeña que sea, de quedarse en el actual Mestalla con una remodelación adecuada ‑y que mantenga su esencia‑ habría que explorarla, valorarla y hacer todo lo posible para ejecutarla. Derribar el estadio de la avenida de Suecia supondría un vacío sentimental irreparable para el valencianismo y una pérdida de patrimonio cultural, arquitectónico e histórico imperdonable para toda la ciudad. Por ello, yo quiero mi viejo Mestalla.