Opinión | Algo personal

Punto y aparte

Cuando escribo esta columna estoy a punto de viajar a la Val d’Aran. Me dicen que si no está todo lleno de nieve le faltará poco. Los tejados de enfrente son un reflejo marrón porque lleva lloviendo todo el día. Apenas una cortinilla húmeda que emborrona los montes al otro lado de la ventana del estudio. Silencio en la calle porque es lunes y vivimos aquí tan poca gente que es como si no viviera nadie. De vez en cuando pasa un coche. O ladra un perro a lo lejos. Acabo de leer un libro sobre Françoise Hardy: algo así como sus memorias. Hace unos meses cumplió ochenta años. Está enferma y reclama el derecho a una muerte digna. De vez en cuando vuelvo a escuchar Todos los chicos y chicas, la melosa canción que la hizo famosa cuando era poco más que una adolescente y todas las pandillas del mundo nos enamorábamos de sus pómulos huesudos y su larguísima melena rubia, mientras ella nos ponía los cuernos con Jacques Dutronc y desde entonces que no puedo ver a ese tipo ni en pintura, aunque no estén del todo mal algunas de sus canciones y como actor cumpla correctamente en Lo importante es amar, ese prodigio de película donde también salía Romy Schneider y no precisamente para hacer de Sissi emperatriz. Hace un rato ha salido Pedro Sánchez para decir que seguirá siendo presidente del Gobierno. Como yo no veo la tele, me ha avisado mi hermano Claudio, que se pasa el día delante de la pantalla y le quita la voz porque le da igual lo que digan, menos cuando salen los del tiempo porque le chifla saber si va a llover como cuando el Arca de Noé o vamos a seguir con el puñetero clima que lo acabará convirtiendo todo en un desierto.

Y lo que ha dicho el presidente es eso. Que sigue al frente del Gobierno progresista de coalición. Unos días antes había provocado un terremoto político anunciando que se retiraba a meditar si continuaba en el cargo o dimitía. Que lo aclararía el lunes siguiente. O sea hoy, que es cuando estoy escribiendo esta columna y no cuando ustedes la están leyendo. La pregunta que se hacía cuando la tierra se puso a temblar: “¿vale la pena?”. Se refería a si compensa sufrir en el ejercicio de la política tanta mentira, tanto comportamiento antidemocrático -sin descartar lo anticonstitucional- entre buena parte de la judicatura, tanta embestida de tanta prensa (no toda, claro está: pero demasiada) que ha convertido la política de este país y el oficio periodístico en un estercolero. Las voces críticas lo acusaban de mezclar lo personal con lo político. Como si lo personal no fuera político. Como si las insidias que te persiguen todos los días no te fueran minando en todo lo que eres. Que se lo pregunten, ojalá Pedro Sánchez lo hubiera hecho cuando tocaba y no lo hizo, a Mónica Oltra, a Ada Colau, a Alberto Rodríguez, a Victoria Rosell, a Pablo Iglesias, a Irene Montero, a la gente del procés que ahora contempla la posibilidad de una amnistía… Y todos esos follones, tanta polarización y tantos malos rollos, vienen de un origen: si no gobiernan las derechas, los líos serán el pan de cada día. Lo ha dicho hoy mismo Núñez Feijóo: “España necesita un gobierno democrático”. Y se queda tan ancho. ¿Por qué un gobierno amparado en una mayoría parlamentaria no es democrático y por qué es ilegítimo, según Feijóo y los suyos? Pues muy sencillo: porque no es un gobierno del PP y Vox. Viene siendo así desde los tiempos de Felipe González: y no es que ese señor -ni entonces y ahora menos- fuera muy de izquierdas que digamos. Las manifestaciones de estos días no eran sólo a favor de Pedro Sánchez, sino sobre todo a favor de la democracia. Por eso es muy importante lo que dijo cuando su comparecencia del lunes: que su decisión de no dimitir suponía “un punto y aparte” en su gestión al frente del Gobierno.

Pues ahí voy. Al punto y aparte. Obras son amores y no buenas razones, que diría el dicho. A ver, por ejemplo, si definitivamente el derecho constitucional a la vivienda va a ser de cumplimiento obligatorio para un Gobierno progresista. Hora es también, y con urgencia, de que se acometa la renovación del Consejo General del Poder Judicial que lleva cinco años fuera de la ley, como los asaltantes de diligencias en las películas del Oeste. Una pregunta: ¿la Ley Mordaza va a durar siempre? Y otra: ¿mentir seguirá siendo gratis y los bulos que desprestigian al periodismo decente van seguir campando a sus anchas y además regados con una pila de dinero público? Hay muchas más urgencias que llenan ese punto y aparte al que se refería el presidente del Gobierno después de su retiro emocional. Añadan ustedes las que consideren oportunas. Las hay a capazos.

Con un pie en el estribo del auto, escribo esta columna antes de buscar la increíble belleza de la Val d’Aran y la buena literatura del Festival BMB que se celebra en Bossòst esta semana, justo hasta el día en que ustedes están leyendo lo que les acabo de contar. En el coche sonará de nuevo Tous les garçons et les filles y otras canciones de Françoise Hardy. ¡Ay, cómo la queríamos!