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Discapacidad.

Una década salvando obstáculos

Hernadis asegura que el vecino sólo es consciente de las dificultades del discapacitado cuando va en silla de ruedas

Un corto paseo de 10 minutos por el centro de Albalat de la Ribera es más que suficiente para darse cuenta de lo complicado que resulta depender de una silla de ruedas a la hora de moverse. Hay rampas en las aceras, cierto, pero muchas de ellas son tan elevadas que acaban siendo insalvables, por no hablar de aquéllas que, simplemente, llevan a ninguna parte, de forma que la persona con movilidad reducida se ve obligada a dar marcha atrás, bajar de nuevo a la calzada y desplazarse en medio del tráfico arriesgando su propia integridad física.

Es lo que sucede cuando acompañamos a José Ramón Hernandis, Defensor del Discapacitado de Albalat de la Ribera, en el trayecto que va desde el bar donde nos recibe hasta el Centro Dotacional, una de las nuevas y flamantes infraestructuras de la población que, afortunadamente, sí cumple con todos los requisitos de accesibilidad.

Por el camino, que debe recorrer a través de la calzada, topamos con la Gran Via del País Valencià, un paseo con rampas de acceso en sus laterales, pero, paradójicamente, escalones en medio del trazado que impiden desplazarse libremente a lo largo de ella, dejando como única alternativa volver a bajar al asfalto. Son las contradicciones que se viven en pleno siglo XXI en las ciudades valencianas, incluso en una de las localidades que, como esta ribereña, demuestran una mayor sensibilidad hacia el colectivo de discapacitados.

A sus 46 años, José Ramón padece distrofia muscular desde su adolescencia, una enfermedad degenerativa que le obliga a ir en silla de ruedas. Desde hace una década, aproximadamente, ostenta el cargo de defensor, de carácter honorífico -«algo así como un juez de paz», ejemplifica él-, sin remuneración económica y el único de ámbito local de esas características de toda la Comunitat Valenciana, una dedicación que compagina con su trabajo en el Servicio de Admisiones del Hospital Universitario de la Ribera.

Su función es defender los intereses de la figura del discapacitado en coordinación con las autoridades locales, velando por el cumplimiento de la ley y colaborando en la mejora de la calidad de vida mediante la presentación de propuestas en esa dirección. En Albalat, calcula, hay una quincena de vecinos que van en silla de ruedas «y muchísimos más con certificado de discapacidad».

«Hemos logrado muchas cosas»

La valoración de lo logrado durante este tiempo en un municipio de apenas 3.500 habitantes «es bastante buena en términos generales», admite Hernandis, «porque hemos conseguido muchas cosas que antes no teníamos». Entre ellas, que en la rehabilitación de espacios como la emblemática la Casa del Bou se tuviera en cuenta la instalación de un ascensor.

«También reivindicábamos que se reformara la Casa de la Cultura para que se construyera un ascensor y poder acceder al salón de actos, donde toca la banda o hacen teatro, y ahora se está haciendo», se congratula. Hasta organismos estatales como Correos han atendido sus peticiones. Su presión logró que se cambiara la oficina postal, anteriormente ubicada en un pasaje para acceder al cual se debían subir unas escaleras sin rampa. «Cuando se acabó la concesión del alquiler, se trasladó a un lugar en la calle del Cristo», se felicita.

Además, en su balance no faltan la creación de diversas plazas de estacionamiento para vehículos adaptados, así como la transformación que se ha logrado incluso en las dependencias de empresas privadas. Recientemente, una entidad financiera ha adaptado su cajero, convirtiéndolo en el primero de este banco la Ribera acondicionado para personas con movilidad limitada. Por el contrario, otras empresas, a las que se les ha solicitado una mayor sensibilidad, «sí que han respondido afirmativamente, pero te dicen que lo harán cuando tengan dinero, y a lo mejor han pasado los años y nada», lamenta.

Pero pese a los pasos dados, son bastantes los proyectos y las sensibilidades pendientes. Hernandis recuerda que este verano, otro más, los discapacitados no podrán disfrutar de la piscina municipal. «Para subir al bar hay una rampa, pero una vez estas arriba no hay ninguna otra para bajar a las instalaciones de la piscina municipal. Lo pedí hace tiempo, pero no se dio respuesta. Hace un par de años, el Partido Popular presentó una moción pidiendo que se adaptara, dotando la piscina de una rampa y de una grúa hidráulica. Esquerra Unida también apoyó la moción, que se acabó aprobando, pero no se ha hecho nada y este verano volveremos a pasar otro más los discapacitados sin poder nadar», se queja.

Respeto a los derechos

En lo que menos nota Hernandis que se ha avanzado durante es en materia de sensibilización social. La mejor prueba nos la muestra mientras vamos con él: un coche sobre la acera le impide el paso. «Falta molt», concluye.

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