Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El daño

El aumento del desempleo en el mes de agosto es la constatación de un fracaso. La reforma laboral del año 2012, que se nos vendió por parte de los actuales gobernantes como una herramienta para la generación de empleo, solamente ha supuesto más paro y más desregularización en el mercado laboral. Dicha reforma -ideológica- ha estado al servicio únicamente de los intereses de los sectores más neoliberales y reaccionarios de este país que, con ella, han flexibilizado los despidos, desregularizado las relaciones laborales y desactivado la negociación colectiva, fragmentando a la clase trabajadora y creando un nuevo sujeto social: el precariado. Aquellos trabajadores con condiciones de trabajo inexistentes y salarios de miseria.

La política del gobierno en materia de empleo se ha demostrado una farsa. Somos líderes en desempleo en la Unión Europea y, en nuestra comunidad autónoma, las cifras son escandalosas. Pero no nos preocupemos, Merkel ha avalado la «política de recuperación económica» de su procónsul en España y las fanfarrias triunfalistas de los medios afines nos prometen que lo peor ya ha pasado. Los trabajadores y las miles de familias en paro sabemos que esto no es verdad y los datos, tantas veces fríos, corroboran el fracaso de esta política. Política, palabra que viene del griego «polis» que significa interés en el gobierno del pueblo, de los ciudadanos, aquellos a los que durante cuatro años nos han empobrecido o, directamente, lanzado al averno del paro y la exclusión social. La dialéctica derecha-izquierda no está superada como pontifican algunos profetas del neoliberalismo. En este tercer milenio las relaciones capital-trabajo se han inclinado en beneficio del primero. El desmantelamiento del diálogo social y el intento de laminación de las organizaciones sindicales de clase se ha ejecutado con el fin de eliminar cualquier capacidad contractual en beneficio de las clases más desfavorecidas. Esto prueba que las contradicciones trabajo-capital son tan fuertes o más que en siglo pasado. La posmodernidad ofusca con sus destellos tecnológicos la capacidad analítica de la izquierda, política y social, y se olvida que nuestro valor central es el trabajo, la lucha por los intereses de los trabajadores, la consecución en unos casos -y en otros el mantenimiento- de puestos de trabajo con condiciones salariales y laborales dignas. Las recetas de los druidas de este «cuatrienio negro» ya sabemos cuáles han sido. Desde el sindicalismo de clase debemos exigir la recuperación del diálogo social. Un gran pacto por el empleo entre Generalitat, sindicatos de clase y Patronal. La persecución de la economía sumergida, tan nociva para el conjunto de los trabajadores como para el empresariado que asume sus compromisos con la sociedad. Y el cambio de modelo productivo ya que el «modelo tradicional» en nuestra comunidad muestra síntomas de agotamiento. Si estas premisas son asumidas y aplicadas por las fuerzas de progreso con altitud de miras, el futuro puede ser más prometedor para nuestra clase que el presente. Si los cambios que se tienen que producir no se efectúan-y sólo se introducen medidas cosméticas o populistas, cálculos cortoplacistas o ilusiones de algunos por llegar al "poder" para luego «veremos qué es lo que hacemos»-, los trabajadores juzgarán con la máxima severidad a aquellos que los defrauden, al igual que ya castigaron a sus adversarios de clase en las elecciones.

Compartir el artículo

stats