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«Del cáncer se sale, es un viaje muy duro, pero no hay que tenerle miedo»

Testimonios de dos afectadas alcireñas que luchan día a día por superar la dolencia y aportar información a quienes padecen la enfermedad

Cuando el médico le comunicó la noticia «cáncer era igual a muerte», recuerda Mariví Ferragut. Su madre falleció de la misma dolencia que ella ahora padecía, había pasado por esa calle, pero no en primera persona. Empezó a vivir en carne propia las preocupaciones, las dudas, las incertidumbres de quienes se enfrentan al duro trance de caminar por la cuerda floja.

Hoy Mariví es la presidenta de la asociación de «Dones Afectades pel Cáncer de Mama d´Alzira» (DACMA) y no le tiembla el pulso cuando afirma taxativamente que: «del cáncer se sale, es un viaje muy duro, pero no hay que tenerle miedo», sentencia.

Asegura que si algo ha aprendido es que la investigación es la única vía posible. Y habla con propiedad pues sabe cuanto ha avanzado en los últimos 15 años. A ella le diagnosticaron cáncer de seno en el 2000. Durante su recorrido vital con la enfermedad a cuestas los tratamientos han evolucionado mucho, «antes eran muy básicos, hoy prácticamente están personalizados, a la carta, los índices de curación son muy elevados», explica.

Mariví recibió tratamientos de reducción con quimioterapia, pasó por la cirugía y finalmente no pudo evitar la mastectomía. «Actualmente se hacen menos operaciones de este tipo, al menos lo intentan» explica. Para la mujer el pecho es una parte muy importante, apunta, «por muchos motivos: Físicos, emocionales, históricos, a nivel de pareja, por estética, por salud», admite.

Prevención

La presidenta de DACMA habla con firmeza, pero sin dejar de exhibir en ningún momento una amplia sonrisa, «la prevención es básica, desde las asociaciones insistimos mucho en formar a las mujeres y a sus familiares y obtenemos resultados muy positivos cuando se detecta a tiempo». Las autoexploraciones son esenciales, prosigue, tanto como acudir al médico de cabecera cuando se detecta algo raro en el pecho.

El caso de Rosa María Quilis es un claro ejemplo de como la prevención -probablemente- le salvó la vida. Ella se hizo voluntaria de la asociación contra el cáncer sin padecer esta enfermedad. Colaboraba altruístamente junto con las afectadas, le gustaba cómo trabajaban, «era gente muy activa», explica, «siempre con una sonrisa». Al cabo de siete años de pertenecer a esta asociación le diagnosticaron en unas de las revisiones rutinarias cáncer de seno. No se lo creía, pensaba que había sido un error, pero no.

«Me vi como cuando estás en el mar de noche, sin ningún tipo de luz, no sabía qué hacer, mis hijos eran pequeños y no tenía antecedentes familiares». En esa inmensidad negra su faro fue Mariví.

Desde ese momento «mis esfuerzos se centraron en pensar en positivo, en dejarme querer por quienes habían pasado antes que yo el mal trago. Y así lo hice. Y dejé de sentir miedo». A ella la operaron de día, su familia entera la aguardaba en la sala de espera del hospital de la Ribera, «entré a primera hora y a las 12 del mediodía me mandaron a casa, las cosas han cambiado mucho», insiste. Rosa María lleva en tratamiento cuatro años.

Revisiones

«No hay enfermedades, hay pacientes», asegura Mariví. Ni todos los cáncer son iguales, ni todas las mujeres somos iguales». Cuenta la presidenta de DACMA que padecer esta enfermedad es embarcarse en un viaje hacia lo desconocido pero con las esperanzas puestas en que esta dolencia se convierta en una enfermedad crónica como quien toma sintron.

Gracias a los grupos de apoyo a las afectadas y a los familiares «estamos mucho más informadas». Insisten en remarcar el importantísimo papel que desempeñan las familias, sobre todo como apoyo moral a la afectada. Dicen que es el 50%, la otra mitad se reparte entre los fármacos, los oncólogos, los psiquiatras, los oncosiquiatras y el equipo médico en general. Ambas fueron tratadas en el hospital comarcal, y se deshacen en elogios hacia el equipo médico que las ha atendido durante los años que llevan en tratamiento. «Ir al hospital es lo más normal del mundo para nosotras, ya nos conoce todo el mundo allí», cuentan estas vecinas de la comarca de la Ribera e insisten, una vez más, en la importancia de la sensibilidad de los facultativos.

«Yo pensaba en el pelo, si me iba caer, ya ves, es lo primero que piensas» sentencia Rosa María, se miran y ambas sonríen.

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