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«Ayudé a construir el supercomputador más potente del mundo»

«Ayudé a construir el supercomputador más potente del mundo»

Se dice que nadie es profeta en su tierra, aunque en el caso de José Duato Marín admite sentirse satisfecho con los reconocimientos que la vida y su dilatada trayectoria profesional le han reportado. Su currículum da para confeccionar un libro, sus aportaciones científicas en el campo de la arquitectura de computadores le han hecho merecedor de prestigiosos galardones como el Premio Nacional de Investigación Julio Rey Pastor que obtuvo en 2009. Nacido en Alberic, este ingeniero industrial que dio sus primeros pasos académicos en Carcaixent y Alzira acabó estudiando en la Universidad Politécnica de Valencia (UPV) y dedicándose a la informática de sistemas. Hoy el ribereño cuenta en su haber con el honor de pertenecer a la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales además de ser catedrático de la UPV.

¿Por qué te decantas por la informática de sistemas?

Cuando acabé la carrera entré a formar parte de un departamento de la universidad que trabajaba con la automatización industrial. El catedrático de aquel departamento había promovido la creación de la Escuela de Informática, así que cuando arrancó la escuela él me recomendó que solicitará una plaza. Y lo hice, con el tiempo me di cuenta que me gustaba más la informática que la automatización y decidí cambiar mi línea de investigación.

¿En qué consisten exactamente tus investigaciones?

Todos conocemos los dispositivos personales, es decir, los móviles, las tabletas y los ordenadores personales. En cambio, la gente desconoce qué son los servidores de internet, los supercomputadores. Y hoy en día están fabricados básicamente con los mismos componentes que un ordenador personal. Sólo que en lugar de tener un único procesador, tienen mil o diez mil interconectados para conseguir más potencia. Esta interconexión es lo que diferencia un ordenador personal de un supercomputador. Todos los componentes deben conectarse para que puedan comunicarse entre ellos. Alguien tiene qué diseñar cómo se conectan estos ordenadores para que funcionen.

Algunos resultados de esas investigaciones se han transferido al campo de la industria.

En diferentes ocasiones, efectivamente. En una de ellas trabajé en un proyecto sobre genómica. Los estudios sobre el genoma humano están empezando todavía, hasta ahora se están llevando a cabo comparaciones entre genes, pero lo complicado es saber con detalle qué pueden hacer esas cadenas de aminoácidos. Por eso es necesario saber, por ejemplo, como reaccionan ante el agua. Una empresa se interesó en la construcción de un supercomputador con la intención de efectuar una serie de cálculos y empezamos con ese proyecto.

¿En qué consistió?

Construimos un superordenador con 64.000 procesadores. Para interconectarlos definimos un patrón y creamos una estructura. Nos decantamos por establecer rutas alternativas de comunicación pero los mensajes se atascaban. En esos momentos yo había desarrollado una teoría y una metodología de aplicación que permitía que se hicieran ciertos cambios en el diseño y no se bloqueara. Así que me llamaron por teléfono y me dijeron si me podía trasladar hasta sus laboratorios situados al norte de Nueva York y ayudarles porque, aunque habían aplicado correctamente mi teoría, el supercomputador no iba todo lo rápido que debería. Y me presté a mejorar el diseño. Les hice ver que habían aplicado bien mis teorías pero que podían mejorarse. Elaboré otro diseño, mejoré las prestaciones, hicieron las simulaciones y lo incorporaron a aquel supercomputador.

¿Ha sido tu mayor logro?

Me siento muy orgulloso de aquello, ayudé a construir el supercomputador más potente del mundo durante cuatro años. Era una máquina de una complejidad muy elevada, no era fácil mejorar el diseño, un diseño elaborado por algunos de los mejores ingenieros del mundo. Estoy orgulloso del resultado, aunque también de otros proyectos, algunos de ellos locales.

¿Cómo cuales?

Pues he colaborado con una empresa, Proemisa, ubicada cerca de Algemesí. Ellos desarrollaron tecnología led pero diseñada con controladores para que tengan una vida más larga, para que no se quemen al calentarse. Y éste ha acabado siendo un producto comercial muy competitivo que nació de la colaboración estrecha. En mi pueblo, en Alberic se han instalado estos leds, por ejemplo. Puedo afirmar que este es un buen ejemplo de la importancia de la transferencia tecnológica.

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