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de ayer a hoy

Tradiciones perfumadas

La cofradía de la Murta rescató en 1954 celebraciones que enaltecieron el monasterio

Tradiciones perfumadas

«L'entrà de la murta és un carro ple de flors, un llaurador llaurant...». Esta estrofa pertenece a la partitura que escribió el músico valenciano Salvador Giner para su obra del mismo título, un pasodoble que describe aquello que conocemos en nuestros pueblos como l'enramà de la olorosa planta para crear la atmósfera necesaria durante el paso de las procesiones u otros actos festivos.

Justo hoy dan comienzo los actos que cada año programa la Real Cofradía de la Virgen de la Murta con motivo de la fiesta de la Purificación de la Mare de Déu en la parroquia de Santa Catalina de Alzira, donde al finalizar la misa de las siete y media de la tarde será trasladada la imagen de la Virgen de la Murta desde la capilla del Sagrario, donde se venera, hasta el altar mayor del templo para realizar el triduo que dará comienzo mañana sábado.

Los festejos terminarán el martes con la celebración de la Misa d' Infants, a las 11.30 de la mañana, en la que, como viene siendo tradición, son presentado a la Virgen los niños nacidos en el último año. Por la tarde, dentro de la celebración de la eucaristía, llegará la bendición de candelas y se organizará la procesión por las calles de la barriada de la Vila. Durante la misa, en la «Presentación del Niño», actuarán de padrinos los consortes Juan Pellicer y Sonia María Marín.

Si se me permite, quisiera decirles que esta devoción, bajo la advocación de Virgen de la Murta, arranca de hace unos 615 años, que no podemos resumir en este corto espacio que disponemos en esta página semanal.

El libro «Historia de monasterio de la Murta» publicado en 1773 por el padre Juan Bautista Morera, acredita que el Valle de la Murta o Vall de Miralles, o milagros, «es el de mayor admiración a la peregrina imagen de María santísima, fuente y manantial de maravillas y, con razón llamada milagro de milagros, por ser el mayor en valle de tantos portentos. Es su materia de barro tan primoroso que puede envidiar el amasado por Dios en el campo Damasceno, porque de este se formó la imagen primorosa pero quebradiza. El color de su rostro era moreno, pero tan agraciado que está mejor que en otras puede decir María. «Nigra sum sed fermosa, filiae Jerusalen» (Hijas de Jerusalen, en mi imagen de la Murta, soy negra hermosa y la morena más agraciada).

Era tradición antiquísima en el monasterio que se transmitiera de padres a hijos que unos santos ermitaños, los monjes jerónimos pobladores de aquel valle, del que la Virgen tomó el nombre y dio después a aquel entorno, añadieron que dicha Murta estaba junto a los corredores que conducían a la cocina del cenobio, donde se levantó la portería, por ser donde se entraba y salía del monasterio con más frecuencia. En memoria de aquella tradición, a un lado de la pared de aquella puerta, una piedra que formaba un pequeño arco, significaba que en aquel lugar fue el depósito de la imagen de Nuestra Señora de la Murta, a pesar de los rigores del sol, aire, lluvia y otros contratiempos.

De los inicios del antiguo cenobio, llegaremos al final de esta a modo de crónica incompleta, para referirnos a la continuidad que dieron un grupo de alcireños a la devoción a la Mare de Déu de la Murta. Fue a finales de 1954, cuando fundaron la cofradía bajo esta advocación, recuperando tradiciones de antaño, como fueron la Fiesta de la Luz o la Purificación de María y Presentación del Niño en el templo.

También, desde 1955, al llegar el primer domingo de junio, este año será el día 5, la cofradía cada año organiza una romería a las ruinas del que fue cenobio de jerónimos, donde al mediodía se celebra una misa al aire libre y se reparte el pan bendito a los romeros, como lo hacían los monjes en los tiempos que lo habitaron.

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