Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La agricultura del futuro mira al pasado

Los labradores recuperan antiguas variedades Defienden que la cebolla moncalina es más dulce, el tomate quarentena más sabroso y el cacau del collaret extrae más aceite

Los agricultores de la comarca de la Ribera, junto con Slow Food Valencia, están recuperando variedades de verduras y legumbres autóctonas que destacan por sus propiedades culinarias.

Miquel Calabuig, impulsor de la cebolla moncalina fina, defiende que esta hortaliza es «mucho más dulce y pica menos que la cebolla normal»; además «la cebolla no se suele deshacer cuando la sofríes, pero la fibra de la moncalina fina es más pequeña y cuando la cocinas se deshace y sólo queda el sabor». Otro producto estrella que se está recuperando es el Cacau del Collaret. Teodor Alepuz ha plantado toda su vida esta variedad de cacahuete típico de Valencia y defiende que «es el cacahuete del que se obtiene más aceite y el que mejor sabor tiene».

El tercer producto estrella es el tomate quarentena. Vicent Burgués ha sido uno de los agricultores que ha contribuido a recuperarlo y, al igual que sus compañeros, cuando se le pregunta cuál es la mejor cualidad de este tomate contesta sin pensarlo: «el sabor». Se trata de variedades que comían nuestros abuelos y que han ido desapareciendo porque su producción no resultaba rentable. Pero Slow Food pretende reponer los productos autóctonos e impulsar la agricultura ecológica y tradicional. La clave es unir a pequeños productores y consumidores y para ello organizan eventos como el Mercat de la Terra de Benifaió, que el pasado domingo celebró su segunda edición o cenas con manjares autóctonos.

Abel Soler, un agricultor que acudió a este mercado, defiende que los productos ecológicos son más caros, pero también más sanos y sabrosos. Además, «la gente se habitúa» a comprarlos y, al final, «no se nota tanto el precio». En el caso de las naranjas, «las vitaminas están más concentradas y el sabor se nota más» e, incluso, «puedes aprovechar hasta la monda para hacer postres».

Y, por otro lado, está el esfuerzo de los agricultores que han apostado por los productos ecológicos. Soler, que cultiva naranjas, cuenta que dedicarse a este tipo de agricultura requiere «sobre todo esfuerzo». Las frutas y las hortalizas se deben vender más caras, entre otras cosas, porque la producción es mucho más baja. Según calcula este agricultor, un huerto de naranjas ecológico produce entre un 25% y un 30% menos que uno en el que se utilicen productos químicos.

Además, hay que luchar contras las inclemencias meteorológicas. Como dice Soler, «en el campo cada año hay una desgracia. En mayo hubo una ponentà que hizo caer el 50% de la naranja». Pero al mal tiempo, buena cara y los agricultores hacen un trabajo de hormiguitas para sacar su negocio adelante. Abel Soler vende sus naranjas a través de internet y, como si de pizzas se tratara, también hace repartos a domicilio.

Esta es la filosofía que persigue Slow Food: ayudar a los pequeños agricultores que apuestan por los productos naturales para que consigan una cartera de clientes y tengan una vida digna, como explica el presidente de esta organización, Josep Marco Sansano. Por eso, en poco menos de dos meses ya se han organizado dos ediciones del Mercat de la Terra de Benifaió, para que los consumidores y productores se conozcan y la cesta de la compra se llene de productos autóctonos y ecológicos.

Compartir el artículo

stats