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Alberic evoca la escenografía bíblica

Los «arreglos» de los clavarios compiten en belleza y simbolismo para emocionar a las miles de personas que los visitan

Alberic se ha ganado el derecho de codearse entre las poblaciones valencianas que ofrecen un programa de Semana Santa más atractivo. Su Domingo de Ramos, sus «arreglos» y sus incomparables dulces, los populares panquemados que se asocian al Domingo de Resurrección y la Pascua, se han convertido en referentes de estas celebraciones ligadas al arranque de la primavera. Las visitas a esos decorados domiciliarios en los que se exhiben estos días los pasos procesionales son asombrosos y compiten en interés con los doseles que se montan en Alzira y Tous.

La tradición se remonta nada menos que al año 1667, según se ha documentado. Desde entonces se tiene costumbre de alojar las imágenes sacras que desfilan en la procesiones de la Semana Santa en las casas de algún cofrade, denominado clavario. La calidad de la ornamentación que rodea a las tallas se ha multiplicado, especialmente en las últimas décadas, gracias a la competitividad que nace entre los penitentes para ganarse el favor del público. Las telas y los arreglos florales de antaño se han transformado en decorados de gran belleza visual cargados de simbolismo.

No es una tarea fácil. Los clavarios invierten mucho tiempo y dinero para desarrollar la idea. Son semanas de trabajo de un amplio equipo de personas que únicamente busca la satisfacción que ofrecen los elogios de los espectadores. La apertura de los «arreglos» tiene lugar a las 21 horas del Lunes Santo. Esa misma noche ya se forman ríos de gente en las calles donde se alojan los pasos procesionales para comprobar el resultado y desde entonces ya no cesa el goteo de visitas.

El tenebrismo identifica gran parte de la escenografía. La oscuridad ayuda a crear el ambiente deseado. Las esculturas de La Piedad, el Cristo de la Fe o el Santo Supulcro son buena muestra de ese efecto buscado para emocionar al visitante. Otros detalles también impactan, como la reproducción de dos calles de Alberic en el decorado que envuelve al Nazareno.

Igual de significativo es el simbolismo que rodea a Jesús mientras ora en el huerto de una vivienda que reúne objetos de carpintería (San José) y frutos agrícolas de hace dos mil años.

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