En el incendio de Carcaixent se dieron en los últimos días diferentes circunstancias climatológicas, ambientales y físicas que lo convirtieron en uno de los tipos más temidos por los bomberos. Según los especialistas forestales, el de Carcaixent es un incendio convectivo, una tipología que se da cuando se unen una temperatura elevada en la atmósfera, la sequedad ambiental en altura y un grado de temperatura en superficie y de velocidad del viento que provoca la cizalladura (la diferencia en la velocidad del viento o su dirección entre dos puntos en la atmósfera terrestre).

Es por ello que prácticamente en toda la Ribera y alguna comarcas colindantes se pudo observar una imponente columna de humo que llegaba a gran altura. Los incendios convectivos también se denominan hambrientos porque las diferentes condiciones aunadas acaban intensificando el fuego y haciéndolo más devastador.

¿La consecuencia? Las llamas originadas en el término ribereño tenían la suficiente capacidad destructiva para lanzar objetos incandescentes a cientos de metros de distancia, provocando que el incendio fuese muy complicado de controlar por la dispersión de los focos. Según Raúl Quílez, del Consorcio Provincial de Bomberos de Valencia, uno de los principales mecanismos de propagación del incendio se presenta en forma de saltos de fuego, los cuales se puede realizar desde cualquier parte de la columna, incluyendo las zonas de cola. La mayor cantidad de saltos se encuentran en la dirección de avance, aunque el incendio convectivo también es capaz de generarlos en los flancos, provocando nuevas aperturas. A medida que el incendio se desarrolla, la columna de convección va creando una depresión en superficie que absorbe el viento a media llama, acelerando el proceso de la combustión y generando un incremento exponencial de la actividad del incendio.

Un desastre histórico

La asociación La Ribera en Bici-Ecologistes en Acció exigió ayer más implicación a las administraciones competentes para mejorar el estado de las montañas y la aplicación de sistemas preventivos. «El 90 % de los incendios son ya intencionados o por negligencias absolutamente evitables. Tardaremos treinta años en volver a tener las montañas recuperadas. Y el mal no acaba ahí porque las lluvias fuertes del otoño intensificarán la erosión y nos acercarán un poco más a la desertificación». Según el colectivo ecologista «tenemos las montañas casi abandonadas, la economía moderna ha olvidado los trabajos silvopastorales, la política del Instituto para la Conservación de la Naturaleza llenó las montañas de pinos blancos (los más pirófitos) y encima la gente tiene demasiado movilidad y circula por cualquier pista forestal en cualquier época del año. Eso ha multiplicado los incendios y la erosión hasta el punto de convertirnos en la región europea con mayor riesgo de desertificación».