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Un puente que conecta con la historia de Alzira

El ayuntamiento acordó el 28 de junio de 1966 desmontar los casalicios para derribar con mayor comodidad la estructura de piedra y dar paso a la construcción de la actual avenida

Un puente que conecta con la historia de Alzira

Se cumple en la capital de comarca medio siglo de la desaparición del puente que atravesaba la actual avenida de los Santos Patronos. Se conmemora con una mirada al pasado de uno de los ejes de comunicaciones más importantes de la historia de la ciudad alcireña, nexo de unión entre dos zonas clave. Existe en Alzira un gran desconocimiento de las personalidades a las que las autoridades dedicaron calles, en homenaje y recuerdo por sus desvelos en pro de la ciudad en que nacieron o vivieron.

Hay en la Vila una calle, la de Santos, que muchos vecinos creen y están convencidos de que está dedicada a los santos, los que canonizó la Iglesia Católica. Nunca más lejos de ello. Hace 138 años que la citada calle -que comienza en la calle Costa y termina en lo que fue «mercado de detall»- fue dedicada a Emilio de los Santos, diputado a Cortes por el Distrito de Alzira, quien en 1876 fue el encargado de solicitar y conseguir que el Rey Alfonso XII otorgara el 8 de agosto de aquel año el título de Ciudad a lo que hasta entonces había sido Villa de Alzira, debido al aumento demográfico, su industria y comercio.

Pero el diputado Emilio de los Santos no solamente consiguió de las Cortes ese título para Alzira. También hizo que los puentes de la antigua «Algetzira» retornaran a ser propiedad del pueblo como hacía siglos. Por ello se hace referencia al Puente de San Bernardo y las obras que en él realizaron hasta su desaparición entre 1966 y 1967. El documento más antiguo que, referente al mismo, se encuentra en el archivo municipal, data de 1332. Se trata de las cuentas habidas y de lo que se pagó por las grandes obras de reparación, dirigidas por el maestro Jaime Calatayud.

Desde ese año y hasta 1711 ya no se halla noticia importante referente al puente, entonces llamado de San Agustín, por estar cerca del convento de esta orden. Encontrándose el puente sin barandillas o pretiles, lo que daba lugar a frecuentes desgracias, a propuesta del Justicia de Alzira, el 24 de septiembre de aquel año, se toma del acuerdo por el Cabildo de construir los pretiles. Seis años más tarde, en 1717, un hecho importante viene a realizarse en el puente; dos alcireños, Jaime Servera, canónigo magistral de la catedral de Valencia, y Nicolás Bas, abogado de fama por la Universidad de Salamanca, hicieron esculpir las imágenes de los Santos Patronos de la entonces Villa de Alzira, disponiendo la entronización sobre la parte céntrica del puente, dos hermosos y contrapuestos casalicios.

El puente de San Agustín o de San Bernardo no siempre ha sido en su totalidad de materia pétrea, sino que como requería a las épocas por las que ha pasado, hubo de disponer de una parte durmiente o colgante de madera con la que se pudiera dar o suprimir el paso a la conveniencia de la Villa. Al ser de madera, el transcurso del tiempo la deterioraba y se estropeó en el siglo XVIII, ocurriendo que el Cabildo, el día 16 de mayo de1747, facultó al alcalde mayor para que se presentase un escrito al Capitán General de Valencia para solicitar permiso para ejecutar la obra de su nueva construcción.

El escrito decía «que pasado el puente sobre el río Júcar que divide el arrabal de San Agustín, que erigió Don Diego Ozoman, corregidor y gobernador, un puente durmiente de madera, y en él, uno levadizo para cerrar el paso y puerta en caso de necesidad, cubriendo el foso, se halla en peligro de arruinarse, que según al parecer de los Maestros, es milagro que se sostenga y que con cualquier peso grave se le abrume, no se venga a tierra... y considerando lo costoso que ha de ser el fabricado nuevo, apenas bastarán quinientos pesos y aún esto con el desconsuelo de ser poco durable». Se solicitaba la facultad para construir un puente de arquitectura en la misma forma que el otro existente llamado de la Virgen María -San Gregorio- sobre el propio río.

Reparaciones

El 6 de junio siguiente se accedió a la ejecución de las reparaciones solicitadas, finalizando éstas en 1755. Tras esta importante restauración y después de los trastornos sufridos en la Guerra de Sucesión, de principios del siglo XVIII, las puertas de la torre que había junto al puente que daba entrada a la Vila quedaron abiertas por muchos años, de tal forma que sus bisagras se viciaron y dejaron de funcionar, no pudiéndose realizar el movimiento de abrir y cerrar el portal, por lo que el Cabildo, para dar mejor entrada y salida, acordó el 3 de noviembre de 1758 suprimir las mencionadas puertas y los portales de donde estaban asentadas, entre lo que hoy es Calzados Gallach y la farmacia de Alamanzón.

En 1808, durante la Guerra de la Independencia, el puente fue bárbaramente destruido por los franceses -aunque hay quien asegura que fueron los alcireños para que no entraran los galos- no dejando casi rastro de él, según reflejan las actas del Cabildo municipal del 7 de noviembre de 1813. Mientras se adoptaban disposiciones para su reconstrucción, el ayuntamiento instaló un puente provisional de madera para comunicar la Vila con el Arrabal, que discurría a espaldas del casalicio que guarece la imagen de San Bernat.

El acceso a ésta se hacía por un callejón que nacía en la calle Santa Teresa. Tuvo la desdicha este paso provisional a través del puente de que una riada acaecida el 22 de enero de 1814 se lo llevara y nuevamente Alzira quedó incomunicada entre los núcleos de población. No les quedó otro recurso a las autoridades que aprovecharse de una barca para el continuo paso de las gentes en su ida y vuelta hasta que se construyó un nuevo puente provisional. En el transcurso de este mismo año, 1814, se construyó ese nuevo puente, también provisional, sin temor a peligro alguno para los transeúntes. No obstante, a petición de las autoridades fue reconocido por el académico de Merito de San Carlos, de Valencia, Cristóbal Sales, costando este nuevo puente de madera, la cantidad de 69.100 reales de vellón.

El Ayuntamiento de Alzira no podía construir de nuevo el casi totalmente destruido puente de San Bernardo y, por ello, el Real Patrimonio de la Corona se incautó de dicho puente en 1817, haciéndolo saber al ayuntamiento y comenzando las obras de reconstrucción, que consistieron en la total fabricación de su gran arco del lado recayente a la Vila y la casi totalidad del arco pegado al Arrabal, desapareciendo el durmiente de madera que para conveniencia de la Vila formaba siempre parte del antiguo puente. Las obras terminaron cuatro años más tarde, en 1821, causando gran satisfacción para los alcireños el día de su inauguración. De poder del Real Patrimonio de la Corona, el nuevo puente pasó a ser propiedad del Estado, que para resarcirse de las grandes inversiones para su construcción, estableció un impuesto llamado «pontazgo» que se pagaba por cada vehículo o caballería que lo atravesaba en un sentido o en otro, hasta el 25 de junio de 1872 fue cedido a perpetuidad, junto con el de San Gregorio, al Ayuntamiento de Alzira, conforme a la Real Orden dictada el 10 de mismo mes y año.

Cesión de los puentes

La cesión de los puentes de Alzira que realizó la Dirección General de Propiedades y Derechos del Estado al Ayuntamiento de Alzira para su uso y conservación fue recibida en la ciudad con gran algarabía. No consta que hubiera fiestas extraordinarias con este motivo, pero sí que hubo felicitaciones y concesión de honores oficiales para José Emilio de los Santos, diputado a Cortes por Alzira y su distrito, dedicándole una calle. El ayuntamiento propuso que fuera declarado hijo adoptivo de Alzira.

El 28 de junio de 1966, el ayuntamiento alcireño acordó desmontar las imágenes y casalíticos de los Santos Patronos para demoler más cómodamente la estructura del puente de piedra, ante la ejecución del proyecto de la avenida sobre el brazo muerto del Xúquer y el Barxeta. El 8 de octubre se procedió a la instalación de unos andamios de hierro, entorno a los casalicios, para proceder a desmontarlos piedra a piedra, numerando las piezas sillares que lo componen para su posterior reconstrucción en el centro de lo que será la vía principal de la ciudad.

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