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la primera huelga del franquismo

Tal día como ayer, hace justo 40 años, La Confederación Europea de Sindicatos convocaba una huelga general bajo el lema «Trabajo para todos». Y aunque en el Estado español, la dictadura tenía prohibidos este tipo de actos, la Coordinadora de Organizaciones Sindicales, formada por los sindicatos aun ilegales CCOO-UGT y USO, también la secundaron, con el lema, «Contra el paquete de medidas económicas» que el gobierno de Adolfo Suarez, aun no elegido democráticamente, había aprobado, como continuidad al decreto de congelación salarial del anterior Gobierno de Arias Navarro. Era la primera huelga general en la dictadura franquista.

La huelga en Alzira tuvo poca incidencia, solo la llevaron adelante los trabajadores de la Cotonera. Otras hicieron pequeños paros parciales o bien asambleas informativas. En el sector de la construcción es donde se tuvo más incidencia.

En la presa de Tous, donde yo trabajaba como encofrador, convocamos una concentración y fue la primera asamblea de mi vida, ante 1.200 trabajadores. Había mucha expectación. ¡Estaban presentes hasta los directivos de la empresa¡ Apenas podía ver a los que estaban al final. Recuerdo que había una explanada donde aparcaban los vehículos, autobuses, camiones, grúas, etc. Me subí a una grúa de la empresa Alcarria de Alzira y desde allí me dirigí a la asamblea, explicando los objetivos del acto. A los diez minutos de iniciarse el acto, alguien situado al fondo, me gritó con energía ¡bájese de la grúa y venga para acá¡ Al principio no se veía bien, por la cantidad de gente, pero en la medida que los asistentes, aterrorizados, empezaron a abrir una zanja, desde atrás hacia adelante, tipo película de Moisés en el Mar Rojo, es cuando vislumbré el problema. Era un sargento de la Guardia Civil, con cinco guardias civiles apuntándome con su metralleta como si fueran ya a disparar. Mi corazón iba a mil, me bajé de la grúa para ir directamente hacia el sargento, que no paraba de repetir «que coño hace usted hablando ahí arriba, eso es ilegal» y cuando llegué se me ocurrió preguntarle con genio, ¿quién le ha dado a usted permiso para entrar en el recinto de una empresa privada? El sargento se quedó cortado. Le dije con voz fuerte que se fuera del recinto e incomprensiblemente me hizo caso y pudimos continuar. Mis compañeros Eduardo Rodríguez de Xàtiva, José Pérez de Antella y yo tardamos semanas en recuperarnos.

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