El Cotif de l'Alcúdia acogió recientemente una mesa redonda sobre el fútbol femenino con el seleccionador español y representantes del Atlético de Madrid, Valencia, Levante y el mundo arbitral. Una hora y media de sensaciones contradictorias. Por todos los avances que se están consiguiendo pero, en contraposición, por no ver en algunos y algunas la necesidad de politizar el ejercicio deportivo. La mujer no es discriminada por la fuerza de la naturaleza. Lo es por la aplicación de un sinfín inacabable de políticas machistas que le ofrecen menores posibilidades. Y hablar de posibilidades es hablar de que una mujer que tenga por pasión el fútbol no pueda llevar adelante su sueño y por lo tanto sea menos feliz.

Es el feminismo el movimiento social que defiende la igualdad. Y no, el feminismo no es lo contrario del machismo. El feminismo defiende los derechos humanos y por lo tanto también una diferente concepción de la masculinidad. Mientras esto no quede claro en el fútbol femenino (y en la vida), los pasos serán tan lentos como quieran aquellos que ostentan el poder. Y ya se sabe, el poder nadie lo abandona, el poder (poder ser feliz jugando al fútbol) se conquista.