­La historia navega por mil derroteros y muchas veces atraca en un vertedero. Es el camino seguido por un pailebote mítico arraigado en la Ribera, exactamente en la Pobla Llarga. Su artífice, Pascual Flores Serra. Recientemente se supo que la reparación del Pascual Flores para que navegue costará entre 600.000 y un millón de euros, después de invertir 4´5 millones en su creación. La vuelta a las portadas llevó a muchos y muchas a recordar a aquel hombre que dio nombre a unas embarcaciones allá a principios del siglo XX y que, con el paso de las décadas, fueron las culpables de escándalos políticos. Por partes.

Pascual Flores Benavent fue una de las personas más acaudalas de la segunda mitad del siglo XIX en la Pobla. Nacido en 1872 en una acomodada familia ganadera de Atzeneta de Albaida, su fortuna, según reconstruyó el cronista Joan Català i Cebrià, aumentó al casarse en 1897 con Carmen Serra Miñana, descendiente de las dos sagas más ricas de la localidad. Exportador de naranjas y contratista de la Plaza de Toros de València, contaba incluso con un criado y chófer. Importó abono, café y chocolate a América. Para ello encomendó un astillero en Torrevieja, donde acabó dando vida en 1918 y 1919 a dos embarcaciones a las que nombró como a sus hijos, Pascual Flores y Carmen Flores. El padre llegó a ser candidato a diputado del Partido Conservador por el distrito de Alzira , lo que le costó la vida a los sesenta y cuatro años, ya que poco después del golpe de Estado comandado por Franco fue fusilado en Paterna, exactamente el 8 de septiembre de 1936. Dos meses después también fue fusilado su hijo, el 27 de noviembre de 1936, entre la Barraca y Tavernes de la Valldigna. Pascual Flores Serra había nacido el 11 de enero de 1898 y se casó el 9 de noviembre de 1932 con Dolores Izquierdo de Diego, nacida en València en 1912. Tras el asesinato de su marido, la mujer se fue de la Pobla Llarga junto al hijo que habían tenido juntos, Pascual Flores Izquierdo.

Por su parte, la otra hija de la familia, Carmen Flores Serra, nació el 15 de febrero de 1903 y se casó en 1931 con el médico Ricardo Reig Reig, descendiente de un importante linaje de Xàtiva emparentado con los antepasados de la exvicepresidenta del Gobierno de España María Teresa Fernández de la Vega.

Hasta ahí la historia de la familia. Ligada a ella, sin embargo, el relato sobre los pailebotes. En agosto de 1999, una comitiva del Ayuntamiento de Torrevieja se trasladó hasta la localidad inglesa de Bristol para comprar el pailebote Pascual Flores. El característico velero, construido en un astillero ubicado en la desaparecida Playa del Arenal en 1917, fue adquirido por 468.000 euros a una entidad benéfica inglesa. El precio fijado era un poco alto para los estándares del mercado, pero la escasa existencia de buques de ese tiempo con vida útil y su valor histórico parecían amortiguar el gasto. Sin embargo, las condiciones con las que llegó hasta aguas alicantinas condenaron la inversión. La goleta se había pasado cerca de ocho años varada en el puerto de Milford bajo escasas supervisiones y tuvo que ser trasladada a lomos del buque de mercancías Cheyenne, especializado en el transporte de yates en malas condiciones. A su vez, de forma paralela se acometió la construcción de una estructura especial de hormigón para acogerlo, que costó cerca de 102.000 euros. Una vez en Torrevieja (septiembre de 1999) recibió las primeras inspecciones serias y esperó cerca de un año atracado en el puerto. Terminó en un vertedero. Un escaneo total del casco realizado en 2004 desveló que la embarcación estaba destrozada pero el gobierno del PP (por entonces en pleno apogeo con los grandes y multimillonarios eventos) vendió su reforma.

Durante cinco años nada se supo de la embarcación, pero en 2005 el ayuntamiento recuperó el proyecto y anunció el encargo de su «restauración» a la UTE formada por la empresa Jost SL y los astilleros Vatasa de Santa Pola por un importe cercano a los 3,5 millones de euros. Un año después (2006) parte de los restos del bajel son hallados en un desguace de Bigastro. Las dudas ensombrecieron una iniciativa gestionada a través de cuentas opacas y cuya estimación de desembolso municipal alcanzó los 4,5 millones de euros. A finales de 2007, el Pascual Flores es botado en alta mar. El alcalde llegó a declarar que sería «el castillo que Torrevieja no tiene». Poco después se confirmó que se trata de una réplica -no una restauración- del buque construido en 1918. La situación del barco atracado en Torrevieja choca con la vivida por su hermano «Carmen Flores», que actualmente recibe el nombre de «Santa Eulàlia». Fue declarado «bien cultural de interés nacional» por el gobierno catalán y fue adquirido por el Museo Marítimo de Barcelona en 1997 a través de una subasta pública . Los trabajos de restauración no se hicieron esperar. En la actualidad puede ser visitado como parte de la oferta del recinto naval.