Desde hace años cada vez que hay elecciones, los barcos del PP y del PSOE se hunden un poco más al perder miles de votos por la vía de agua que supone el desencanto de sus votantes. Mientras se hunden como el Titanic, Rajoy y Sánchez se aferran enloquecidos al timón de sus respectivos barcos sin tener en cuenta el clamor de la marinería pidiéndoles un cambio de rumbo e, incluso, un nuevo capitán.

El temporal arrecia, pero por desgracia ninguno de los dos grandes partidos se atrevió a cambiar la ley electoral que hubiera hecho posible el principio fundamental de la democracia: Un hombre, Un Voto.

Al no ser así, hemos acabado en una gran proliferación de partidos y partiditos políticos que hacen muy difícil la gobernabilidad de la nación.

Por si todo esto fuera poco, nos encontramos con un estado de las autonomías económicamente inviable, fragmentado en 17 administraciones paralelas que nos cuestan 86.000 millones de euros al año y donde 520.000 enchufados forman la corte de estos reinos de taifas, donde se levantan barreras lingüísticas y se niegan a unificar la sanidad, la educación e incluso los servicios sociales.

Teniendo en cuenta que la inestabilidad política es el mejor caldo de cultivo para que el capital extranjero huya de España y se frenen las inversiones, conviene recordar que sin dinero no puede haber Estado de bienestar.

Según se lee en la prensa económica, una de las principales causas de esta huida de capitales es la aparición de Podemos, un partido antisistema, populista, marxista-leninista, defensor del chavismo, la antítesis de la democracia y la libertad. Un partido mimado por muchas televisiones, al que curiosamente mi nieta, periodista, y algunos buenos amigos admiran porque se niegan a creer lo que los medios de comunicación cuentan sobre «las grandes maravillas» que suceden en Venezuela y Grecia.

Me pregunto cómo es posible que Pedro Sánchez quiera aliarse con Podemos pese al espanto del Ibex 35 por lo que se avecina, y a lo que ya está sucediendo en Madrid, Barcelona, y en Valencia donde los empresarios denuncian el parón económico, mientras Compromís, haciendo gala de su nacionalismo, pide la obligatoriedad del valenciano para todos los funcionarios, una Agencia Tributaria propia y la conexión con la televisión de Cataluña.

Si al PP y al PSOE se les llena la boca diciendo que quieren lo mejor para España, están obligados a olvidar los sectarismos que todavía arrastran algunos desde la guerra civil y formar la gran coalición de constitucionalistas, porque conviene recordar que en la Unión Europea, 24 de los 28 países tienen gobiernos de coalición.

Rajoy y Sánchez demostrarían su verdadero amor a España si se retiraran y dieran paso a dos nuevos candidatos. De este modo podrían gobernar juntos PP, PSOE y Ciudadanos y abordar las reformas de la Constitución tan necesarias para fortalecer la democracia en España.