El departamento de salud de Gandia atiende a los pacientes menores de seis años diagnosticados con trastorno del espectro autista en los centros terapéuticos de la comarca de la Safor a los que acuden, con el fin de evitar que se desplacen al hospital Francesc de Borja.

Según explica el doctor Gonzalo Ros Cervera, neuropediatra encargado de esta consulta, «trasladar a estos pacientes puede suponer un trastorno para ellos, porque conciben el hospital como un ambiente hostil». Además, de esta manera, al desplazarse a los centros terapéuticos se ofrece una atención integral del paciente, ya que el neuropediatra coordina los tratamientos con los terapeutas, tanto con los psicólogos como con los logopedas. Al día se atienden entre seis y siete pacientes.

Tres pilares básicos

Estos tratamientos se centran en tres pilares básicos: la terapia psicoeducacional, que busca el aprendizaje de recursos de comunicación e interacción social; la medicación para tratar algunos síntomas, tales como los trastornos del sueño, los problemas de atención y de conducta, y la epilepsia (hasta en el 40% de los casos), así como el asesoramiento a familiares, ofreciendo charlas a petición de los propios padres.

En este sentido, el doctor Ros agradece la labor de la Asociación de Familias de Personas con Trastornos del Espectro Autista de la Safor (ASTEA Safor), quienes facilitan la gestión y la comunicación entre pacientes, terapeutas y el hospital.

Desde la sección de Pediatría del hospital de Gandia, el doctor José Miguel Sequí también reconoce el trabajo de la unidad de Informática del departamento en cuanto a la gestión para acceder vía telemática a las historias médicas, de modo que el facultativo puede consultarlas en los centros terapéuticos a los que acude.

Consultas telemáticas

Además, se ha puesto a disposición de los centros un correo electrónico para realizar consultas durante los días en los que el neuropediatra no acude físicamente.

El doctor Ros ha explicado que el origen del autismo se presupone genético, aunque no está todavía claramente definido, y que se suele llegar al diagnóstico en el segundo-tercer año de vida, por los trastornos en la comunicación y la conducta. Esta patología afecta a un 1% de la población infantil. El neuropediatra ha afirmado que una vez diagnosticado y con las terapias adecuadas, el estado del paciente «siempre mejora» y esta posibilidad de desplazarse a los centros también contribuye a ello.