Los datos de paro registrado publicado por el Servef la pasada semana invitan a tener un moderado optimismo al despedir el año con una bajada importante del desempleo en el mes de diciembre. Más allá de este dato puntual, el objeto de mi exposición es mirar con una perspectiva de más largo plazo lo que está ocurriendo con el paro focalizando dicho análisis en la ciudad de Gandia. Para ello se dispone de los siguientes datos:

1.-El dato mensual. Sin duda, como acertadamente han indicado Carrascosa (CC OO) y Roselló (UGT), el importante descenso de diciembre está directamente asociado a un fenómeno de estacionalidad por la campaña navideña que requiere una importante cantidad de carga de trabajo del sector servicios (comercio y restauración principalmente) mediante contratos temporales que en parte se perderán en el mes de enero, tal como puede observarse en la serie histórica de dicho mes. Sin embargo, si observamos la evolución del paro en los meses de diciembre, el de 2016 es el que tiene el registro más bajo desde 2009 (Tabla 1) y nos tendríamos que remontar hasta 2008 para encontrar un diciembre con menos parados registrados. Una magnífica noticia que adelanta la tendencia sobre la evolución de la principal preocupación ciudadana.

2.-La tendencia. Las fluctuaciones mensuales de las cifras de parados presentan unos altibajos muy significativos asociados a los picos propios de la actividad económica de cada mes. Por ello, para evitar el ruido inherente a la estacionalidad, es más revelador analizar la evolución de la serie en términos de datos desestacionalizados. Remontándose a mayo de 2010 y arrancando la serie desde mayo de 2011 se observa que el paro no deja de aumentar hasta alcanzar su máximo en abril de 2014 para ir descendiendo un mes tras otro hasta el pasado diciembre, último dato disponible (Tabla 2). Los guarismos son concluyentes: la evolución de las cifras generales del paro están muy correlacionadas con la situación económica general del país y dependen bastante menos de las políticas municipales que se implementen. Esto que es bastante obvio contrasta con las demagógicas afirmaciones del anterior Gobierno del PP en Gandia sustanciadas en su eslogan electoral «ahora empleo», prometiendo algo imposible de cumplir por un gobierno local y lanzando un burdo engaño a la ciudadanía aprovechándose de un drama social tan sensible como es el paro. Tal como escribía hace pocas semanas J. Monrabal, en tiempos de la posverdad la racionalidad funciona peor que las emociones y en ese ecosistema la derecha se encuentra cómoda y saca mucho rédito.

3.- Comparativa entre municipios.

Llegados a este punto, la cuestión que uno puede plantearse es cómo ha evolucionado el paro en Gandia en relación a municipios similares. Para ello se hará la comparación de nuestra ciudad con respecto a todas aquellas de la Comunidad Valenciana con un tamaño superior a los 45.000 habitantes en los últimos dos años con el objeto de tener una referencia homogénea. Tal como se muestra en las gráficas (Tablas 3 y 4), en todas las ciudades de más de 45.000 habitantes el paro ha descendido tanto en 2015 como en 2016. Pero si en 2015 Gandia se encontraba en la mitad inferior del grupo y por debajo de su media (Gandia 8,4%, Total 9,4%), en 2016 nuestra ciudad ya está en la mitad superior y muy por encima de la media (Gandia 9,1%, Total 8,0%). Por tanto, hemos mejorado sustancialmente la posición a lo largo de 2016 lo que induce a pensar que más allá del efecto del entorno general en la generación de empleo, hay otros componentes de tipo local que han debido impulsar el descenso del número de parados.

Desde la oposición se ha criticado la ausencia de planes de empleo y desde el Gobierno aducimos que el mejor plan es el pago de deudas a las empresas acreedoras del ente municipal que les permite hacer frente a los salarios de los trabajadores y sus obligaciones tributarias. Algo tan evidente parece que no entra en la mollera de ciertas personas de la derecha local o, todavía peor, continúan con el discurso facilón y demagógico insistiendo en promesas imposibles de cumplir volviendo a utilizar el drama personal del paro.

Ordenar adecuadamente el territorio, velar por la sostenibilidad de las finanzas municipales, prestar los servicios que necesita la ciudad, fomentar el desarrollo económico y mejorar las condiciones de vida de los más necesitados a través de unos servicios sociales potentes son las competencias más significativas de un consorcio municipal. Quizás no sea políticamente correcto pero es una certeza afirmar que los gobiernos locales tienen poca capacidad en la creación de empleo de forma directa. Ni por cuestiones competenciales ni por suficiencia financiera un ayuntamiento puede influir de forma decisiva en ello.

Ahora bien, eliminar burocracia y facilitar la creación de empresas, inyectar liquidez pagando regularmente a sus proveedores y preservar la libre concurrencia a los concursos públicos articula una estructura institucional que, tal como aseguran Acemoglu y Robinson, impulsa un entorno económico competitivo y eficiente que finalmente se traduce en el mantenimiento de las empresas existentes y la creación de nuevas, es decir, puestos de trabajo que no se destruyen y otros que se generan.

Y todo ello se ha tenido claro desde el actual gobierno municipal y los resultados, a pesar de las limitaciones competenciales mencionadas, ahí están. Parece que en 2017 la tendencia va a seguir siendo positiva aunque en el horizonte del entorno general comienzan a otearse elementos preocupantes: recortes impuestos por la UE al presupuesto del gobierno de España que auguran un descenso del PIB; retirada de los estímulos monetarios del BCE y previsible subida de los tipos de interés a medio plazo; encarecimiento de los precios energéticos por reducción de la producción en la OPEP; las consecuencias del Brexit en la economía europea; el proteccionismo alentado por Trump y el impacto a nuestra economía que tiene en la exportación uno de sus puntales de crecimiento; el conflicto latente en el mar de China por la soberanía de islas de importancia estratégica; etc.

Toda una serie de «cisnes negros» que pueden provocar inseguridad inversora y su consecuente impacto en el crecimiento económico. Después de una crisis tan larga y cruel, empezamos a levantar cabeza. Ojalá los palmípedos no aparezcan y la incipiente recuperación se mantenga mucho tiempo.