La portada de Interviú que puso en danza a todo el país un 2 de septiembre de 1976, lo hizo, sin embargo, en color y bajo las insinuantes palabras de Marisol, joven y desnuda. Como si hubiera salido de un conciliábulo local, más que de una redacción de periodistas profesionales, la publicación trajo consigo una acusación de atentado a la moral y de escándalo público. A estas aireadas recriminaciones hubo que sumarle, por parte del fiscal del momento, la petición de inhabilitar por diez años al responsable que dio origen a aquella incendiaria portada, el maestro fotógrafo César Lucas. «Es una foto que ha quedado anclada como memoria de un tiempo histórico», señala el autor de la instantánea como si una ventana se hubiera abierto en un cuarto lleno de humo.

El mito de Marisol, actriz y cantante que dejó sin aliento al hombre español y llenó de complejos de inferioridad a los nichos matrimoniales de un país entero, se agigantó ese día. Hasta el punto de convertir en casi indescifrable al ser humano que ahora se esconde detrás de la sombra de su propio mito. El mismo que todavía moviliza a miles y miles de personas en todo el mundo, a pesar de que éste haya sido silenciado y enterrado a petición propia. «El día que hicimos pública la exposición, me sorprendí de la enorme repercusión que tuvo el anuncio a nivel mundial», relata Lucas sobre el nostálgico afloramiento de sus incondicionales. Con cada gota de la escasa lluvia informativa que cae sobre Marisol, se difumina, aún más, la imagen de su propia persona. En un momento dado decidió borrarse a sí misma y pasar al anonimato que le brindaba Pepa Flores. Lo hizo firmando un pacto de silencio con Málaga, ciudad que la vio nacer y que, de alguna manera, estaba aprendiendo a convivir con la aureola de la fama que le llegaba, aunque agazapada, de las salas de fiesta de una Marbella que se había erigido en seria alternativa a Saint Tropez.

Acostumbrada ya a caminar por sus calles sin que nadie tan siquiera le moleste para hacerse un selfie, Pepa Flores, a sus 67 años, vuelve a ser protagonista. Ayer se inauguró una exposición dedicada a esta malagueña que alcanzó cuotas de fama internacional nunca vistas hasta el momento. Bajo el nombre de El resplandor de un mito, César Lucas, la persona que seguramente más veces habrá fotografiado a Marisol, ofrece al interesado cincuenta fotografías que trazan la metáfora de un icono que era querido por todos pero, que cuando miraba por la ventana, se sentía sola ante el mundo.

Detrás de todas las máscaras habidas y por haber, la mejor manera de descubrir a una persona es preguntándole por sus libros más amados. A día de hoy, a pesar de la incesante rumorología, se desconoce cuál es el escritor favorito de Pepa Flores. En Un rayo de luz, la primera película de Marisol, estrenada en 1960, aquella niña tierna y angelical, embutida en un pomposo traje blanco, tan burocrático como revolucionario a su vez, interpretaría su papel no sólo delante de las cámaras. Al mismo tiempo hizo su irrupción en el salón de millones de familias para convertirse en la sonrisa más querida del país. Galardonada con el Premio Inter del Festival de Cine de Venecia, aquello fue el comienzo de todo. Lo que vino después es un icono cultural en una constante búsqueda por algo que debía llegar, pero que nunca lo hizo.