J. R./B. D., Valencia

-¿Cómo se compaginan las labores de compositor, guitarrista y folklorista

-Ser intérprete y compositor puede deparar grandes satisfacciones, pero no es sencillo. La composición requiere un tiempo de ensimismamiento que a veces el día a día no te permite. A veces me aferro desesperadamente a un ratito libre para ver componer, pero no es la mejor manera.

-¿En qué consiste esa faceta de compositor en tiempo real que se atribuye

-Soy compositor e intérprete tratando de crear la música a medida que la toco. Pero es una posición natural, no creo haberla planificado, me salió así, de modo que dependo mucho de la espontaneidad. Tengo algo a favor, que toco una música que me pertenece desde la infancia. Toco, interpreto, compongo e improviso sobre la música de mi tierra. A veces pienso que no podría tocar otra música.

-Realiza improvisaciones de vals, tango, zamba o milonga, que no son músicas cuya esencia sea la improvisación, como el jazz. ¿Cómo diferenciaría lo esencial de esas músicas

-El jazz nos enseñó que la improvisación es un hecho artístico. Aunque repasando la historia estuvo desde siempre. Lo que uno hace son invenciones sobre músicas que no fueron improvisadas, pero hay algo que nos ayuda en el caso del folklore, y es la forma musical. Nosotros no improvisamos a la deriva. Todos los folklores del mundo se sujetan a códigos, formas, fraseos, elementos estilísticos y acentos, de tal manera que la improvisación no es un juego totalmente libre de sonidos que se inventan sino que son sonidos que tienen que sonar de acuerdo a esos códigos particulares. En mi propio país, hemos tenido un par de décadas de una gran confusión estilística, inmediatamente posteriores a la dictadura militar, que estableció un corte muy grande en la memoria histórica. Había chicos criados bajo la dictadura que se hicieron adolescentes en democracia y no habían recibido la transmisión de la cultura de una manera fluida. Querían hacer folklore y el legado que habían aprendido era jazz y rock, y lo trasladaban al folklore, pero no sonaba a la música tradicional.

-¿Y por qué esa represión supuso un corte

-Tal vez fue una autocensura por el miedo impuesto. Los jóvenes empiezan a recibir la información que ya venía de la globalización, lo que los medios difundían era mucha música anglosajona. Hubo por lo menos una década en la que el concepto de improvisación estaba inspirado en las formas rockeras y jazzeras volcadas en la música local, pero no aparecía el folklore porque no conocían los códigos.

-¿Le influyó el folklore brasileño durante su exilio

-Tuve que ir a Brasil de 1976 a 1984 porque tuve que exiliarme. De allí asimilé su extraordinaria música, pero como extrañaba mi tierra seguía tocando música argentina. De manera que inconscientemente resumí en mi música los elementos que estaba aprendiendo. Para mí, si existe Dios, es Tom Jobim, que toma elementos del jazz y hace que siempre suene brasileño. De Brasil tome armonías y las utilicé para mi música, por lo que recibí el calificativo de renovador cuando llegué de Brasil, pero en realidad, el mérito fue de Brasil.

-¿Qué lleva a un guitarrista como usted a cantar en ocasiones

-He tenido muchas experiencias de diálogo entre la guitarra y el canto. Para mí es algo que responde al modelo andaluz del cante jondo. En mi caso, el reto es cantar y en otros, tocar. Es más común ser cantor y acompañarse uno mismo, y el menos común es ser guitarrista y cantar. Es todo un desafío encontrar ese diálogo con uno mismo.

-¿Cómo surge de nuevo la experiencia de tocar con Ricardo Moreno

-Ricardo para mí es un genio, sin exagerar. Muchas veces siento algún complejo de tocar con él. Además de su talento y su toque, tiene mucho conocimiento de la música. Nuestro encuentro rinde en la medida que tocamos música argentina, porque Ricardo puede tocar barroco, vals, músicas orientales y sudamericanas con total fluidez. Es un dúo basado en la escucha y el reflejo.

-¿El mestizaje está entrando en una fase de confusión

-Esa confusión es uno de los resultados que preveíamos de la globalización, que arrasa con los lenguajes regionales, pero por suerte las músicas folklóricas tienen mucha historia y resisten. Hay una cultura del rock que a mí ya me molesta. Aunque intento ser respetuoso, me cansa la influencia del rock, porque ha tomado la música en su función de descarga, que no es la única función de la música. No caben los silencios ni las pausas, es avasallador.