Sellos de oro tan grandes que ocultan los dedos que los visten, perros de presa que se llaman "narco", deportivos quemando neumático, billetes de 500 en manos de jóvenes sin medio de vida conocido, un laboratorio casero de marihuana y, como guinda del pastel, la exhibición impúdica de la droga y el dinero obtenido de su venta, o el fanfarroneo con dos pistolas y una escopeta parapolicial. Ésas son las credenciales con las que se presentaron ante las cámaras del programa "Vidas anónimas" de La Sexta un grupo de vecinos del barrio de La Coma, en Paterna, a principios de mayo. Y el precio de los cinco minutos de fama, previsible, la detención de los protagonistas del vídeo, emitido el pasado 26 de mayo en televisión y difundido hasta la saciedad por internet en estas tres semanas.

La reacción policial estaba cantada. Veintidós días después de la emisión del programa, agentes de la comisaría de Paterna, con el apoyo del grupo C de Estupefacientes, los GOES y los antidisturbios, entraban en los cuatro domicilios de los improvisados personajes televisivos y detenían a ocho de ellos, cinco jóvenes de entre 22 y 31 años -entre ellos, El Gole, "conductor" y maestro de ceremonias del programa- y tres mujeres de entre 20 y 44 años. Y el botín policial, mostrado ayer a los medios de comunicación, el mismo que habían contemplado los espectadores de La Sexta en el reportaje callejero: una escopeta "Franchi" empuñada por "los pistoleros de La Coma", una pistola plateada que su dueño presenta como "de lo mejor que hay en la tierra", una segunda arma de fuego que otro de los jóvenes monta provocadoramente ante la cámara, así como una pistola simulada, dos básculas, tres navajas, 48 cartuchos del 9 corto, 33 más de fogueo y dos placas de hachís de 405 gramos.

"No des mi móvil, sólo al 091"

Deslumbrados por la presencia de las cámaras en un barrio habitualmente dejado de la mano de Dios, los ahora apresados desvelan a qué precio venden las tabletas de hachís y cómo comercializan la heroína o la cocaína -que muestran sin rubor a la cámara-, para después chulear con fajos de billetes que incluyen varios de 500 y algunos de 200.

Quien más se incrimina, con diferencia, es El Gole, un joven que comienza el reportaje explicando, con aparente gesto compungido, que acaba de salir de prisión tras cumplir una pena por tráfico de drogas -"yo era aquí el que más movía", presume- y que para él "ese rollo se ha acabado", y acaba exhibiendo un puñado de billetes arrugados en una mano y barras de hachís de distintos precios y tamaños en la otra, mientras provoca a la policía asomándose a la cámara al grito de: "No le des mi móvil a nadie, sólo al 091".

También desvela, mientras va presentando a distintos colegas -"mira, ése trabaja "pa" mí; es mi machaca", se ufana, por ejemplo, señalando a un joven ostentosamente montado en un "quad"-, que "en el barrio se vende mucha heroína al cabo del día, porque la gente se busca la vida conforme puede".

El reportaje incluye así mismo una galería de amigos de El Gole, desde aquellos que matan el tiempo jugando al "truc" en la calle sobre una desvencijada mesa de camping, a los que muestran con aires de humildad los "pajaricos" que crían y por los que, según ellos, han llegado a pagarles "800 euros y hasta dos millones de pesetas".

Ni siquiera escapa a la celebridad el cachorro de pitbull de uno de ellos, a quien presentan como "un campeón, pero de belleza, eh..., que aquí no hay peleas de perros" y que, sin embargo, no cesa de ladrar y mostrar amenazadoramente los dientes a todo aquél que se le aproxima. Y cuyo nombre es "narco", "de narcotraficante", certifica la obviedad su dueño, quien agrega: "Pero no por nada, porque nos gusta el nombre".

Y cuando se les pregunta por el origen del dinero que exhiben, unos responden, provocando una carcajada general, "de las obras", mientras otros afirman, con la sonrisa contenida, que esos billetes son "del "mercaícoý, mira yo vendo "zapaticosý, mi primo calcetines y ese otro, ajos".