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Haziri Blerim llegó a España desde Eslovenia en 2006, en busca de un futuro mejor. El miércoles moría absurdamente a los 24 años tras quedar aprisionado cuando trataba de coger ropa usada del interior de un contenedor en el barrio valenciano de Benimaclet. La autopsia confirmó ayer que el fallecimiento se produjo a causa de una asfixia por compresión del tórax.

Aunque no contaba con demasiados amigos, los que tenía se preocupaban por él e intentaban ayudarle económicamente cuando se veía apurado, si bien, "por lo general se sacaba muy bien las castañas del fuego", explica uno de esos benefactores. "Era un buen chaval y un trabajador muy válido y competente".

Desde su llegada a Valencia, trabajó en la hostelería, en la construcción y en "todo aquello que le fuera saliendo". Solía cuidar su imagen: "Iba siempre muy bien vestido, con ropa de cierto nivel y con un aspecto impecable".

Sin embargo, "el lunes, que lo ví por última vez, estaba en unas condiciones lamentables. Yo jamás lo había visto así. Iba sucio, con mal aspecto, desaliñado y apenas podía hablar. Le costaba mucho pronunciar cada palabra". Haziri le contó que había estado bebiendo cerveza y que, además, había tomado "las pastillas que le había recetado el psiquiatra". Desde hacía poco, tenía reconocida una discapacidad del 45 por ciento a causa de un trastorno psicológico.

Su amigo, que prefiere mantener el anonimato, confiesa que "me enfadé mucho con él, porque no quería verlo así, al final le di 50 euros y le dije que se fuera a una pensión, que se duchase, se quedase tranquilamente viendo la tele y que al día siguiente se fuese a trabajar. Acababa de empezar una reforma en un piso y, de hecho, el martes debía ir a Castelló a comprar los azulejos. Él me dijo que sí, que me iba a hacer caso".

Pero todo apunta a que no lo hizo. Al parecer, estaba disgustado porque había discutido con una amiga. De hecho, solía vivir con ella en su piso, pero desde el fin de semana vagaba por las calles de Valencia.

Aún así, sus allegados no se explican qué hacía hurgando en el contenedor de ropa. Al parecer, una hora antes del fatal accidente, llamó por teléfono a su amiga, con la que estuvo hablando unos minutos.

La camiseta de Cáritas

Haziri había confesado que, en ocasiones, cuando venían mal dadas, había recibido ayuda de alguna ONG. Así, pasó una larga temporada en Castelló, en un centro de rehabilitación. "En una ocasión llevaba una camiseta de marca, muy bonita y llamativa, y cuando le dije lo bien que le sentaba, me respondió que era de Cáritas". Tal vez, el miércoles no fue la primera ocasión en que cogió ropa de un contenedor.

Tanto la amiga en cuya casa residía, como el amigo que le vio el lunes, pasaron ayer el amargo trago de identificar el cuerpo en el tanatorio municipal de Valencia.

Una funcionaria de la Embajada eslovena en Madrid confirmó ayer a este diario que ya se han puesto en contacto con la policía de su país para que localicen a la familia de Haziri en Kamnik, al norte de la capital, Ljubljana. Serán sus parientes quienes decidan el destino final del cuerpo.

La Fundación José María Haro Intra, que gestiona para Cáritas la ropa que se vierte en el contenedor donde falleció Haziri, emitió ayer un escueto comunicado lamentando su muerte.