La sección de refuerzo de la Audiencia de Palma ha condenado a 103 años y medio de cárcel a Tomás Arroyo Rodríguez, apodado como "El Brujo", por abusar sexualmente en Ibiza y Valencia de 13 menores, dos de ellas de 11 y 12 años de edad, con el pretexto de usar sus poderes de adivino y sanador.

La sentencia de la Audiencia le condena asimismo a pagar 304.020 euros a las afectadas en concepto de responsabilidad civil y le prohíbe comunicarse o acercarse a cualquiera de ellas durante 109 años.

Los hechos se produjeron entre los años 1995 y 2006, cuando el hombre se aprovechó de la inmadurez de las menores, a las que llegaba a sacar 35 años de edad, y las captó prometiéndoles ayuda para desarrollar su personalidad y relacionarse mejor con los demás.

Para ello, Tomás Arroyo se hacía pasar, y creía ser, una persona con facultades paranormales y con la capacidad de, según la sentencia, "conocer y curar enfermedades de los demás y problemas psicológicos o de cualquier otro orden".

La sentencia narra cómo el condenado llegó a vivir de sus supuestas facultades y tenía una consulta en un gimnasio de Ibiza y en su domicilio de Valencia, al tiempo que indica que se relacionó con un grupo de futbolistas, entre los que se encontraban Santiago Cañizares, de los cuales llegó a recibir regalos como un coche de alta gama.

El condenado conoció a las menores mediante sus madres o sus amigas y consiguió, aprovechándose de su debilidad, "doblegar su voluntad" para mantener relaciones sexuales con ellas.

La resolución detalla cómo, en su primera visita, las trataba de una forma "despreciativa, hiriente y cruel" manifestando sus defectos, lo que provocaba en las menores "una confusión profunda, un temor reverencial y un aturdimiento psicológico suficiente para obtener su aceptación y obediencia".

Aprovechó esta situación de dependencia para tener relaciones con ellas y "ordenarles que las mantuvieran con terceros, como fue el caso de Santiago Cañizares, Nico Olivera, Javier "el tenista" o Alberto Cañamares", este último condenado en la sentencia a 4 años de cárcel por un delito de abusos. Así, diez de las trece menores tuvieron que mantener relaciones sexuales con terceros "ordenadas e impuestas por Tomás Arroyo".

El condenado mantuvo relaciones con las menores en numerosas ocasiones -una de las víctimas confesó que una vez al mes- y durante largo tiempo, amenazándolas con que, si no hacían lo que él decía, no le irían bien los estudios, la salud, etcétera. Once de las menores tenían entre 13 y 17 años cuando el condenado abusó de ellas y las otras dos contaban con 11 y 12 años, un hecho por el que se agravan dos de los delitos aplicados.