Para sus compañeros de fatigas en el parque de la plaza Juan de Vilarrasa, donde pasaban las noches al raso, era Miguel, el sordo, "un buen tipo del que uno se podía fiar". Pero para los que lo conocieron hace más de dos décadas, durante sus años como electricista, era "Miguelón el chispas". Tanto unos como otros lamentaban ayer su pérdida y todavía no logran creer que alguien haya prendido fuego a este indigente de 62 años mientras dormía. "Todos lo echamos de menos, era un gran tipo", dice "el Cholo".

"Era muy bueno haciendo chapucillas, se defendía muy bien, tenía buena mano", explica Jorge, dueño de un hostal de la calle Carda situado junto al lugar donde hace años se encontraba la tienda de Electricidad Fermín Martínez, a la que Miguel García dedicó casi 30 años de su vida. "Era el encargado de ir a hacer los avisos que les salían a los dueños de la tienda, desde cambiar una bombilla a hacer una pequeña reforma eléctrica", explica Vicente.

Sin embargo, a principios de los años 90 la tienda cerró y Miguel se quedó en la calle. "Le pagaron una buena indemnización, pero se lo gastó todo, y eso que le dijimos que fuera con cuidado, que el paro se le acabaría", recuerda Jorge. "Siempre le ha gustado mucho beber, eso lo llevó a la calle", apunta. De hecho, fruto de esta adicción al alcohol se separó de su mujer y dejó de ver a su hija. "Hace un par de años un sobrino suyo vino al hostal interesándose por él para ver si le podía dar alojamiento". No obstante, la cosa no cuajó.

Desde hace un tiempo Miguel se hizo inseparable de otro indigente, conocido como "el Garbanzo". Ambos compartían carrito con todas sus pertenencias y dormían en el mismo banco, uno arriba y el otro abajo. Fue precisamente éste quien se percató del fuego la noche en que pereció Miguel.