Mantas N., el joven lituano de 22 años detenido el martes por la Guardia Civil acusado de matar al vendedor de la ONCE Rafael Alamillo el 16 de febrero en su piso de Cullera, confesó ayer ante la juez de Instrucción número 1 de Sueca. Y lo hizo desgranando nueve años de abusos sexuales a los que supuestamente le había sometido el asesinado.

El joven, según ha podido saber Levante-EMV de fuentes jurídicas, admitió el crimen, aunque no recuerda los pormenores, posiblemente por la ofuscación del momento. Mantas explicó durante su comparecencia que había conocido a Rafael Alamillo Romero cuando él tenía apenas 13 años y acababa de llegar de Lituania con su madre y dos hermanas. No sabía ni una palabra de castellano y le costó hacer amigos en el colegio en esos primeros momentos. En ese contexto de adaptación, Alamillo, según declaró el supuesto homicida, le empezó a ofrecer ir a su casa donde le prometió dejarle jugar con la videoconsola.

Un buen día, asegura, comenzaron los abusos, que fueron aumentando conforme pasaba el tiempo. Jamás denunció porque temía la reacción de los demás y que no le creyeran, algo frecuente en menores víctimas de abusos sexuales por parte de un adulto.

Mantas aseguró ante la juez, la fiscal y su letrado que a medida que fue creciendo empezó a ser consciente de «que estaba mal lo que hacía». Intentó cortar, pero la respuesta, dijo, siempre era la misma: le amenazaba con divulgar por el pueblo la situación, con revelárselo a su familia y amigos, «a todo el mundo», concretó en su declaración. El miedo y la vergüenza lograron hacer el efecto buscado por el supuesto pederasta, por lo que el sometimiento, según Mantas, continuó hasta la actualidad, nueve años después de los primeros abusos.

El acusado afirmó que jamás percibió dinero, sino que Rafael Alamillo le hacía «pequeños regalos» y le «compraba tabaco». Los encuentros, que según el relato del joven se producían siempre a instancias del presunto pederasta, se fueron distanciando en el tiempo, aunque siempre acababa recibiendo una nueva llamada diciéndole que fuera con frases como «necesito verte». Si se resistía, comenzaban las amenazas.

La última vez

El viernes, 16 de febrero, Mantas recibió una nueva llamada de Rafael Alamillo. Insistió en verle y el joven acabó aceptando. Bajo amenazas y coacciones, una vez más, logró que le practicara una felación, confesó Mantas ante la juez. Cuando anunció que se iba, asegura el chico, el vendedor de la ONCE habría comenzado de nuevo con las amenazas. En ese momento, Mantas recuerda que fue a la cocina fuera de sí, cogió un cuchillo y regresó al salón. Su memoria ha bloqueado las más de 17 veces que clavó el cuchillo a su víctima. Recuerda ser consciente, de pronto, de su inmovilidad. Asustado por lo que había hecho, huyó de la casa. Se llevó con él un colgante de oro, pero no se dio cuenta de que en el suelo, junto al cuerpo, había quedado parte de la cadena. Fue el hilo del que tiró el grupo de Homicidios de la Guardia Civil para localizar el resto de la joya en una casa de compraventa de oro de Valencia, lo que condujo a la identificación y detención de Mantas.

Rafael Alamillo sólo tenía un antecedente por acosar a un menor, porque sólo se había presentado una denuncia contra él. La Guardia Civil, sin embargo, ha acreditado la existencia de al menos cuatro chicos más que han declarado que sufrieron abusos por parte del vendedor de la ONCE. Casi todos son extranjeros y varios son aún menores de edad. Entre los chavales hay incluso una chica.